D I E C I S I E T E.

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Ethan Nash Müller.

Saber porque hago las cosas tan complicadas debería ser un tema de debate.

En serio, todo debería ser muy simple.

Es si o es no. Es blanco o es negro. Es arriba o es abajo.

Pero no.

Siempre debo encontrar un "tal vez", un tono más oscuro que blanco pero más claro que negro. Un medio. Un "pero".

Y, a veces me da demasiado miedo saber lo que no tengo bajo mi control porque se, que está bajo el de los demás.

Como estar amarrado a cuerdas jaladas por todos exepto por mi.

Tomo mis decisiones cuando quiero. Decidir escapar de mi casa es mi decisión. Una consecuencia de la presión que siento.

Decidir ir a la casa de Ann también es mi decisión. A pesar del peligro al que la expongo. Mi padre es un desgraciado que no se detendrá porque le diga que ella me preocupa.

No.

De hecho, tratara con más fuerzas de analizar a Ann. Probablemente ya sepa todo de ella.

Ese estúpido periódico, -que en realidad es fantástico- al principio me sorprendió.

Juraría que, después de desaparecer como lo hice ese día, ella se olvidaría de mi, que me odiaría, que me insultaría o trataría de hablar conmigo de frente. Y no fue así.

Y eso genero el nacimiento de una semilla desconocida para mí. El del que alguien se preocupara por mi.

Fue incluso a hablar con Mar, y demostró con pruebas lo que mi madre había tratado de "ocultar" pero que, en realidad solo fue un absurdo intento para mantenerme al margen.

Mi padre se disculpo el día que volví, hablo conmigo y la palabras que más se repitieron en su discurso fueron: "Pensé que" y "debiste hablarlo conmigo". Al menos por los primeros días, permanecí al margen. No refute nada de lo que dijo. No proteste cuando me imponía más trabajo para el bufete y me pedía que asistiera a la universidad.

Mi vida ya estaba hecha en su cabeza. Y si así lo mantenía ocupado, por mi muchísimo mejor.

De todas formas, Alex no volvió a tocar el tema de lo que pasó ese día, al igual que Gabe. Solo callaron y continuaron como si nada hubiera pasado. Algo que en serio me decepcionó.

Me hizo sentir como si no tuviera la menor relevancia. Pero, nuevamente, no dije nada.

Mis reclamos a estas alturas tendrían el mismo valor que las bolsas de la basura.

Así que eso hice, mi vida se resumió en olvidar lo que pasó, obedecer, ir a la universidad, trabajar en el bufete, ayudar a mamá, llevar a Mel a las mil y un prácticas que mis padres querían imponerle como a mi, y fingir que todo estaba bien.

Estaba en modo automático. Seguia una carrera en círculos, sin mirar a los lados como si tuviera un collar isabelino que, además, no podía ni hacer el amague de quitarmelo. Después de todo, en eso se había resumido la mayoría de los años de mi vida. ¿Porque iba a ser diferente está vez?

Por Ann.

¡Ah! ¡Si!

¿Adivinen quién sonrió como un imbécil con cada palabra que leía del periódico? De hecho, con cada segundo después de leer su nombre en esa periódico, mi cerebro pensaba las mil y un formas de agradecerle. Todas incluían mis labios y los suyos.

Por eso, en cuanto la ví, no pude dejar de pensar en la ganas que tenía de tenerla cerca. Fue como un interruptor a la realidad. Cómo quitarme el collar isabelino, sacudirme la cabeza y gritarme un: ¿Seguiras en esta vida de mierda Nash? O cojeras tus pantalones y actuaras?

Del Amor Y Otros Desastres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora