Capítulo 17: Normalidad

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Un aplauso despertó a ambos de su sueño matutino. Era el mayordomo a punto de avisarles sobre algo.

—Bueno, debido al actual estando de la señorita Amanda —señalo mientras le sujeta el hombro—. Es más que obvio que puede regresar a la escuela.

Martin veía como la mano de su mayordomo reposaba en el hombro de Amanda, acción que no le agradaba en lo absoluto y aparto su mirada al instante.

—Pero, Fausto... ¿No será muy repentino que ambos entremos al mismo tiempo? —pregunto Amanda confundida.

—Si, por eso regresara usted primero. El viaje de él Joven Martin no era del todo mentira, sus padres tienen programado regresar a finales de semana —explico.

—Oh... ¿No les molestara que yo esté aquí? —pregunto insegura.

—¡Ja! Probablemente ni siquiera se den cuenta —comento Martin con clara molestia—. Están tan ocupados en su trabajo que a veces olvidan que tienen un hijo.

—¡Joven Martin! —reprendió el mayordomo.

Martin suspiro y se levantó de su silla para ir a su habitación.

—Me disculpo por eso —dijo el mayordomo—. Cuando se habla de sus padres... Él se vuelve más irritable.

—¿Su relación no es buena? —pregunto por inercia—. Oh, lo siento. No debí preguntar.

—No, no. Está bien, si ellos regresan, debe saber cómo son las cosas en esta casa.

—¿Si ellos regresan? ¿No está seguro? —pregunta confundida.

—Ellos trabajan en otras empresas fuera del país, entonces tienen que hacer constantes viajes y aun cuando tienen previsto regresar, les surge otro viaje y pues... No siempre ven al Joven Martin —aclaro mientras se rasca la nuca—. Por eso es que me contrataron, para cuidar de el en su ausencia.

—¿Hace cuánto él no los mira?

—La verdad... Creo que fue durante su graduación de secundaria. Pero solo por unos cuantos minutos, después volvieron a irse.

Amanda recuerda su conversación anterior, donde menciono que perdió su virginidad durante la graduación de secundaria.

—Por eso le pido que le tenga paciencia, quizás ahora él se encuentre algo más irritable.

—Sí, está bien —sonríe.

—Desafortunadamente no contamos con sus materiales escolares y... Deduzco que no quiere regresar a su casa.

Amanda se encogió de hombros mientras apretaba sus manos con fuerza.

—No... —respondió seria.

El mayordomo suspiro.

—Supongo que Martin no es el único con problemas familiares —dedujo—. No te presionare para que me cuentes, puedes quedarte el tiempo que quieras aquí —toma sus manos entre las suyas—. Esta es tu casa ahora —consoló.

Martin logro ver esta acción desde su puerta entreabierta y luego, cerro lentamente para evitar hacer ruido.

Ese día, el mayordomo fue a comprarle una mochila, cuadernos y materiales para ir el siguiente día a la escuela.

—Dios... Yo... No sé cómo agradecerle todo esto, Fausto —comento Amanda fascinada—. Esto es demasiado.

—No, es lo indispensable. Espero le sirva y recuerde que cualquier cosa estoy a sus órdenes —se inclina y luego sale de su cuarto.

Ella comienza a ver cada una de las cosas y las toma lentamente, sintiendo ese tacto, viendo el brillo de artículos nuevos y sobre todo su olor.

—¿Acaso eres algún tipo de enferma? —pregunto Martin recargado en la puerta.

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