Capítulo 32: Entrelazados

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—¿Qué estaban haciendo allá arriba? —pregunto Fausto.

Amanda se incomoda ante la pregunta.

—Nada, solo estábamos hablando —respondió Martin relajado.

Martin se sienta en una silla arrastrando a Amanda de la mano para sanar sus rasguños.

—Lamento la demora, había mucha gente —dijo el mayordomo.

—Está bien, gracias —respondió Amanda sonriente.

Martin estaba abriendo la bolsa de algodones junto a la botella de alcohol.

—¿Es mal momento para decir que odio el olor a alcohol? —comento Amanda disgustada mientras cubría su nariz.

Martin tomo el brazo de Amanda para extenderlo y coloca un algodón ya humedecido por el alcohol.

—Si —da pequeños toques alrededor de su brazo.

—¿Qué le paso, Señorita? —pregunto el mayordomo preocupado.

Amanda suspira.

—Solo... Estaba enojada —contesta arrepentida.

—¿Enojada? ¿Por qué?

Amanda mira a Martin con cierto recelo.

—Por su culpa —lo acusa.

Martin hace presión en uno de sus rasguños y ella aspira adolorida.

—Más bien —mira a su mayordomo—. Fue un malentendido —informo—. Pero no volverá a pasar ¿verdad? —mira a Amanda con una ceja alzada.

Amanda le sostiene la mirada molesta.

—¿Verdad? —vuelve a hacer presión en la herida.

—¡Ah! Carajo, si —aparta el brazo bruscamente—. Ya déjalo así.

—Falta el otro brazo —extiende su mano.

Amanda lo piensa un poco pero finalmente accede a regañadientes.

—Iré a preparar la comida —dijo el mayordomo para irse del comedor.

Un silencio invadió la cocina por un tiempo, hasta que alguien hablo.

—Lo siento —dijeron los dos en unísono.

Ambos se miran sorprendidos y se ríen un rato.

—No hay nada que disculpar, solo esto —señala sus brazos—. No tenías por qué lastimarte.

—Es impotencia —respondió—. Yo... No sabía cómo desquitarme, estaba muy frustrada.

—¿Por qué?

Amanda lo piensa un poco, no sabe cómo expresar sus sentimientos.

—Temía no ser especial —confiesa—. Yo... Al ver esa foto, fue horrible pensar que a otras les decías lo mismo y hacías los mismos gestos que conmigo —admite y ciertas lagrimas se asoman por sus ojos.

Martin se acerca y las limpia al instante.

—Quizás exagere con Rosa —comenzó—. Me sentí mal por ella, después de haberla ignorado tanto tiempo sin haber concluido bien nuestra "relación" —dijo haciendo comillas con las manos—. Fue lo único que se me ocurrió. Lo siento.

—Entonces... Tú le dijiste...

—Sí, sabe que me gustas ahora y pronto toda la escuela lo sabrá. En realidad —coloca su mano en la mejilla de Amanda—. La pregunta es... ¿Yo te gusto?

Amanda no responde y solo se queda petrificada por su tacto, su pregunta y sus sentimientos tan mezclados.

—Yo... —aparta la mirada—. ¡Ah! Dios, aléjate —grito y se paró bruscamente de la silla—. N—No es fácil hablar cuando me miras así y estas tan cerca —se cruza de brazos avergonzada—. Te odio.

Cadena de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora