Capítulo 5: Excusas

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Una semana después, Amanda se encontraba llegando a la escuela como normalmente lo hace. Sin embargo, detrás de ella se encontraba Paula, quien al verla se acerca velozmente hacia su amiga.

Paula le da un leve golpe en la espalda para saludarla, pero Amanda se retuerce levemente del dolor, la herida que le había causado su madre seguía latente.

—A—Ah —pronuncio en un grito ahogado.

Paula logra escuchar el quejido y le mira la cara, estaba tratando de contenerse de gritar y llorar.

—¿Amanda? ¿Estás bien? —pregunto asustada.

Regina las mira en la entrada de la escuela y también se apresura a saludarla.

—¡Amanda! —a comparación de Paula, Regina si la golpeo con fuerza en la espalda.

Amanda se queda muda del dolor que acaba de sentir, no grito y solo dio un pequeño salto.

—¿Amanda? —pregunto Regina al notar que no recibió respuesta.

Martin se encontraba llegando de igual forma a la escuela, detiene su paso y examina la escena desde lejos.

Paula la mira más de cerca y se percata de que unas lágrimas se encontraban retenidas en sus ojos.

—¡E—Estas llorando! —alzo la voz asustada.

Regina se sobresalta incrédula y la mira de frente, percatándose de que era verdad.

—Le pegaste muy fuerte, Regina —acuso Paula.

—¿Yo? —lo piensa un poco y se siente culpable—. ¡Ella ya estaba rara desde antes de que llegara! —cuestiono—. ¡Quizás fuiste tú la que le provoco esto!

—¿Yo? —miro a Regina indignada por la acusación.

Antes de que Paula pudiera defenderse, Regina la interrumpe.

—¿Sabes qué? No me interesa oír tus excusas —toma a Amanda de los brazos—. Vamos al baño, Amanda —dice gentilmente y se adelanta.

Paula la mira molesta, pero al poco tiempo la sigue hacia el baño. Martin, al notar que se adentraron en la escuela, se apresura a alcanzarlas y saber qué es lo que le pasa a Amanda.

—Chicas, chicas. Estoy bien —intento mantener la compostura a pesar del dolor, pero un sudor frio en su rostro la delataba.

—Tranquila, Amanda. Ya estoy contigo, y Paula no volverá a hacerte daño —hablo con ternura.

Paula simplemente la miraba con desprecio por sus palabras. Regina la pone a espaldas del espejo de los lavabos.

—Te duele la espalda ¿no? —Regina intento subirle la blusa.

—¡No! —grito Amanda.

Forcejeo con Regina a pesar del dolor, tenía miedo, pero intentaba parecer molesta y no asustada.

—¡Regina! No invadas la privacidad de alguien así —comento Paula alterada.

Regina bufa.

—¿Qué importa? Solo quiero ver qué es lo que tanto te duele, me preocupo por ti —se victimiza.

Paula la sigue viendo con molestia a pesar de su comentario, no se deja manipular tan fácilmente.

—Oh, vamos —insiste.

Paula bufa y mira a Amanda.

—Odio admitirlo, pero Regina tiene un punto —hablo resignada—. Un dolor como el que sentiste no es normal.

Amanda lo piensa un poco, pero en ese momento Regina le levanta la blusa rápidamente sin dejarla oponerse.

En su espalda, se encontraban unos pequeños parches, rasguños y una piel muy rojiza e irritada.

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