Capítulo 34: Una nueva verdad

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Amanda despierta y lentamente abre los ojos. Un embriagador olor de miel y harina abre su apetito inmediatamente. Se gira hacia el otro lado de la cama, Martin sigue dormido, intenta levantarse, pero es atrapada por el brazo de él que la atrae hacia sí mismo.

Ella no habla de inmediato y trata de entender su movimiento.

—¿A dónde vas? —pregunto somnoliento contra su piel.

Besa dulcemente la parte trasera de su cuello mientras la olfatea. Amanda se estremece al sentir sus labios contra su piel y no se resiste ante sus actos.

—Solo... Tengo algo de hambre —confiesa avergonzada.

—Mmm... ¿No puede esperar? —recuesta su cabeza contra su espalda.

Amanda ríe levemente por su comportamiento ligeramente infantil.

—¿Quieres que muera de hambre? —pregunta divertida.

Martin la gira por completo hacia la cama colocándose encima de ella. Amanda lo mira sorprendida, pero no asustada, buscando sus ojos para tener un contacto más íntimo.

Un rugido por parte de su estómago interrumpe el momento, haciendo reír a Martin y Amanda le golpea el hombro, molesta.

—¡No es gracioso! —alza la voz indignada.

—Tienes razón, no es gracioso —se corrige—. Solo te hace más tierna a mis ojos.

Amanda lo mira incrédula, abraza sus hombros y desvía la mirada. En este momento desea enormemente no ser prisionera de él.

—Odio que me mire, odio que me mire con esos... Con esos hermosos ojos —admite en su cabeza mientras lo mira de reojo, cerciorándose que la sigue viendo.

—Acostúmbrate —se acerca a ella y le besa la mejilla—. Porque a partir de ahora solo diré la verdad y la verdad es, que eres hermosa.

Se hace a un lado y se acuesta en la cama, dejando en libertad a Amanda para poder levantarse.

Amanda se sienta en la cama y lo mira por unos segundos.

—¿No vienes? —pregunta inocentemente.

Martin ríe por su tono de voz.

—Iré en un momento, cariño —contesta dulcemente.

—Puedes hacer y decir lo que quieras, pero no vuelva a llamarme por apodos de novios tan estúpidos que solo hacen alusión a una mentira y odio inminente a tu nombre poco a poco —expuso velozmente y con su tono de voz habitual antipático.

Se levanta, abre la puerta y sale del cuarto.

—Nunca me gusto mi nombre, pero en ti se oye bien.

Confeso en el momento en que ya no lo podía ver y baja las escaleras rumbo a la cocina.

Martin se quedó perplejo ante sus palabras y ríe poco después que las procesa.

—Realmente eres increíble, Amanda —dice para sí mismo mientras mira el techo de su habitación.

Amanda baja las escaleras y puede olfatear el aroma más de cerca, reconociendo que parecen ser waffles. Aunque también reconoce algo más dulce junto al irreconocible café en grano.

Al acercarse a la cocina logra ver a Fausto decorando los waffles con maple y frutos rojos. La cafetera aún seguía goteando el resto del grano que había puesto a colar y un par de vasos de naranja.

—Buenos días —saludo Fausto con elegancia.

—Oh... Buenos días —saluda Amanda algo aturdida pero alegre.

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