Saca su polla, el peso hace que golpee su estómago mientras frota tu clítoris con su pulgar, reprimiendo una sonrisa mientras observa cómo te tiemblan las piernas y el líquido rocía las sábanas.
"Fóllame", gritas, con las caderas alejándose de él.
Él te hace callar, claramente burlándose de ti, pero no tienes nada que decirle. tu cerebro es papilla, dándole pleno control sobre lo que quiera hacer contigo.
y nanami quiere hacerte sentir bien.
te pone boca arriba, con las manos presionando la parte posterior de tus muslos antes de empujar hacia adentro.
Tu coño chapotea con cada embestida y estás a punto de sentirte avergonzado por la atención con la que está mirando tu agujero.
"Pendejo, deja de mirar". Te las arreglas a través de tus gemidos, golpeándole la cara en un intento de hacer que mire a otra parte.
(parte de ti estaba tratando de excitarlo más)
porque Nanami siempre te folla demasiado bien, pero ahora eres codicioso, solo quieres más y más.
Nanami lo sabe: sabe que te malcría demasiado, pero no encuentra en él la capacidad de preocuparse cuando sabe que él es igual de malo.
"No toques, preciosa", murmura, "compórtate".
Nanami se inclina, tus tobillos colgando sobre sus hombros mientras sus labios rozan los tuyos. sabes que es un recordatorio de que él te ama muchísimo.
Besa ambas mejillas y toma tu rostro con las manos antes de presionar sus labios contra los tuyos.
cuando se aleja de ti, pasa una mano por tu costado, con el pulgar acercándose poco a poco a tu coño.
Sacudes la cabeza, sabiendo lo que va a hacer. "Sin clítoris, ken—¡joder!"
"shhh, sé lo que te gusta, amor". responde, gimiendo en voz baja cuando tu coño lo empuja, el líquido salpica su ingle.
Nanami gime, bajo y gutural mientras frota su polla en tu coño, dejándote aguantar el orgasmo. "Mierda, me estoy corriendo bebé".
El semen caliente sale a borbotones de su polla y aterriza en tu barriga. te quejas, las pupilas se transforman en corazones por lo espeso que es su semen, pero más aún por cómo su polla todavía está dura como una roca.
"Necesito que te corras dentro de mí, por favor", suplicas, deslizando la mano por tu cuerpo para separar tus pliegues. su pene se contrae, sus ojos casi se ponen en blanco cuando vuelve a meterse.
¡Podrías simplemente matarlo y él no se queja!
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