༒CAPÍTULO 15༒

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El día ha llegado, la agonía de Judith es desesperante, la incertidumbre, la desconfianza y por último: la resignación.

¿De verdad podría salir de ese convento? ¿De verdad había posibilidad?

—Pasado mañana confío en que podrás salir del convento, tú sabes cómo...

Esas palabras rondaban en su cabeza siendo las únicas a las que podía aferrarse. Aquellas que le había dicho el Padre.

Nanami da la misa de siempre, a la cual; la llevaron a ella también, pero esta vez no como ayudante, no como alguien que no pueden elegir por estar al lado del padre, o por ser la elegida. Sino como una novicia más, a la que la exponen al frente de todos. Pueden escogerla, pagar y llevarla a una habitación donde la única salvación sería que su dios sea misericordioso.

Para escapar de ese miedo, únicamente se concentraba en las palabras del padre, palabras que escondían un secreto, un mensaje solo dirigido para ella y Megumi que estaba al fondo de la sala. Donde extrañamente había más gente de lo habitual. Aquel mensaje les hacía entender una cosa, y es que, pese a todo, el plan se pone en marcha sí o sí.

Los ojos de los presentes vuelven a causarle nauseas a Judith, pues miran de una manera en la que sus ojos no reflejan nada más que morbo y maldad.

Los sucesos del pasado, sus errores, sus acciones. Sabe perfectamente que no merece vivir dignamente, pero, aunque le duela admitir que ha adoptado el pensamiento del padre; la vida era injusta, y si ella era la que lo lograba, pues bien, y sino; se revolcaría en el infierno como es debido. Y aun así ya estaba en uno, en medio de esas miradas, en el cerebro de mucha de esa gente; la habían escogido, le había gustado a alguien y por eso se la llevaron a una de las partes más profundas del convento donde ni Nanami pudo salvarla

Las heridas de su mente aquella noche no se curan fácilmente, y ahora, ahora estaban sangrando por dentro. Quiso borrar todos los detalles y lo único que se le quedó en mente fue Nanami en un balcón viéndola a ella con el habito rasgado y deshecha en medio del patio, al lado de la fuente. Cruzaron miradas, las dos vacías y sin brillo, pero con objetivo de no aguantar en ese convento ni un día más. Él se persignó dándole una bendición de lejos, y poniéndose los dos dedos en los labios mientras la miraba, se despidió y dio media vuelta.

—Ya no le interesas, Judith. Ni dando lástima le moviste algo a nuestro sacerdote. —Se burló la madre superiora.

Judith la ignoró con toda la intensión.

La imagen atroz de los latigazos dados a ella. El dolor insoportable que le hicieron desear morir como nunca antes, todo eso le hacía acumular odio hacia esa mujer. Estaba segura de que, sino intentaba de nuevo su huida, aquellas torturas se repetirían e iban a ser peor. Al cerrar sus ojos lo primero que veía eran aquellas torturas en contra de monjas, novicias y niñas que la obligaron ver. La llevaron a aquel sótano lleno de velas y cruces, pero no solo a ella; todas aquellas novicias que la seguían aborreciendo estaban ahí encontrándose con un golpe de realidad que le deja perpleja. Se pregunta con brío cuanto más podrá aguantar, cuanta tortura presenciada le hará perder la cabeza.

Su amiga, María, la misma que estaba en ese sótano, estancada en esa cruz gigante siendo crucificada en esa habitación llena de cruces

La imagen no podía ser algo, ¿o sí?

De repente vio a su pequeña amiga en ese momento, esa niña sonriente que en realidad estaba siendo adoctrinados y torturada para cumplir con este rol cruel. El de ser sacrificada. Llorando horrorizada, con recuerdos sobre su infancia sobre su amiga, tocaba el crucifijo dado por el padre Nanami, en serio quería salir.

PADRE ~NANAMI KENTO~ TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora