༒CAPÍTULO 16༒

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Judith...

Sudo frío a lo que corro y me tropiezo aterrada de que me puedan perseguir, de que me estén viendo de algún lugar sin darme yo cuenta. Los pasillos están oscuros, el día está nublado con el cielo casi negro dándome más desespero.

Paso todos los pasillos que una vez limpié y recorrí con la esperanza de ser alguien que prometa, una esperanza enferma que no debió ser mi motivo de vivir. El de encajar, el de que me vean como número uno, el de hacer sentir orgullo y envidia. No estar siempre en las sombras viendo a los otros ser felicitados, a los otros ser amados...

Aparto los pensamientos y posible nostalgia que me embarca, ya que nunca pensé que esto pasaría al llegar aquí, y odio tanto no sospechar algo como para negarme a venir. Ese hombre sabía muy bien que querría huir y se aprovechó de mí desespero.

Toco el césped del patio trasero y vislumbro el pozo. Traigo de nuevo el recuerdo de Toji apareciendo y me dirijo hacia el muro de casi unos veinte metros de alto tocando las piedras que lo componen, con rapidez, con el anhelo de encontrar algo que me saque de este lugar.

Tiene que haber una salida, no puedo quedarme aquí, el simple hecho de pensar que no hay escapatoria me aterra.

Golpeo el muro al no encontrar nada y lloro desesperada.

—¡Por favor! ¡tiene que haber algo!

Sollozo fuerte, dije que no me rendiría, pero cada golpe de realidad me hace flaquear.

Voy hacia el bosquecito de alado y me sumerjo en los árboles, el terreno es grande, pero sigue rodeado por los muros flanqueando el convento. Mientras voy avanzando el muro se vuelve más oscuro, viejo y lleno de maleza.

Viejo...

Apresuro el paso buscando una parte deteriorada del muro, las rocas a medio poner y flojas me ponen alerta y me brindan una esperanza. Corro buscando más para empujar en busca de una que abra un hueco; me lastimo las manos temblorosas, pero intento, intento e intento.

—Por favor, por favor, por favor...

Las manos me sangran, pero sigo aun con las lágrimas. Estoy tan paranoica que hasta el viento me hace temblar con el miedo de pensar que es alguien que me acaricia.

Intento e intento, hasta que una de las rocas grandes cae encima de mi mano estampándola al piso

Me quejo del dolor mordiéndome el labio. Duele horrores.

—¡¡Bien!! —Aquel dolor queda en segundo plano al ver resultados—. Si...

Miro hacia todos lados, no he escuchado nada en el convento desde que ella me encerró, sin embargo, el miedo de que aparezcan de nuevo a frustrarme el escape me mantiene despierta. Tengo que apresurarme, pues se cayó la roca que estaba empujando, y se ha abierto un pequeño hueco. Así que sin importar mi dedo meñique partido y deforme empujo con más fuerza provocando que poco a poco vayan cayendo las demás.

Abro con desespero un agujero y me meto por él rasgándome el hábito y piel.

Si...

Me pongo de pie, ese muro que se alza a mi espalda y ese infierno del que he salido quedan atrás, sin embargo, las marcas que han dejado siguen presente, y por más que salga de él siempre estará en mí. Me logro tranquilizar fracción de segundos. Estoy en una colina donde veo miles kilómetros de bosque...

Nada... bosque...

Mi pecho galopa desesperado, con miedo, ansioso. Miro mis manos temblorosas, mi estado débil... No creo poder recorrer todo eso, no logro sentirme segura a menos que esté en otro continente y ni así la paranoia que me embarca desaparecería.

PADRE ~NANAMI KENTO~ TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora