[Advertencia de contenido: Narrativa lenta, violencia, madura]
En una era donde las espadas reinaban, un campeonato se organizó debido a los incesantes ataques a Inostreya.
Esta, cansada de las arremetidas de reinos vecinos, enfrentó a los más vale...
El catre acomodó a la reina Lerethiana esa noche, acompañada de su escudero, y pensando una y otra vez en cómo atar al reino neutral bajo sus hilos.
—¿Cómo dice? —habló Gadiel, escondiendo una leve sonrisa— ¿A ese hombre?
La reina movía sus pies bajo las sábanas, inquieta, y apoyada en el cabezal de diseño ostentoso, blanco y de hierro.
—Así es. Aunque se escuchen diversas opiniones sobre su sexualidad...
—¿Cree que intervendrá en la guerra?
—Frente a la burocracia, lo dudo. Pero desde las sombras, estoy bastante segura de que ya habrá hecho algo. No lo invité a la conversación sin razón —se había desnudado frente al hombre, sin importar cómo la observara, y preparándose para irse a dormir minutos después.
El escudero alzó las cejas, mirándola con descaro. —¿Con qué motivo?
—Seguramente haya advertido a la niña, de manera inexplicada, para mantener su estatus neutral. Debido a eso, tendré una excusa perfecta para ligarlo a mi reino junto a mis planes.
—Ya veo... —apartó la mirada hacia la ventana, viendo la oscuridad que se adhería al cristal desde fuera—. Sin embargo, su posición en el mapa le otorga gran ventaja contra Inostreya. Además, como ha dicho, su orientación sexual es un problema. Dudo que acepte con facilidad.
—Es cierto—, acarició su pelo, sabiendo la belleza que su cuerpo mostraba, y mencionó con una ligera sonrisa—: Tal vez deba usarte.
Él miró hacia su reina. No estaba tan seguro de que pudiera cumplir con el plan tan fácilmente, incluso estando él en la baraja. Eso, en parte, le hacía dudar sobre su lealtad, pues Gadiel era conocido por salvar su pellejo antes que su bandera.
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A la mañana siguiente, en el castillo de Inostreya, Cristalline despertó con una suave voz en sus oídos.
—Buenos días —habló Lancelot.
—Buenos días —murmuró ella. Otra mañana, otro día con la agenda ajetreada. Desde que se realizó el torneo, no había parado de recibir malas noticias.
—Hoy tiene planeado pasar varias horas con el preso, acudir a una reunión con un mensajero, y... —abrió las ventanas con lentitud— acudir a la aldea quemada
La chica se restregó los ojos, y su escudero la miró con ligero encogimiento. El agotamiento se destacaba en su rostro.
—Tal vez... podamos ahorrarnos algo de tiempo si juntamos labores— mencionó el hombre.
Llevaba varios días sin dormir, motivo de la creciente preocupación por su reino, y verla tan cansada lo había angustiado. Al final, sólo era una adolescente.
Ella se irguió con rapidez y mencionó con tono serio.
—¿Qué tiene en mente?
Lancelot bajó su rostro, pensativo e intentando comprimir sus tareas.