39: Orgullo de demonio

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Adara

Salgo con Triana del edificio principal del clan Mareum, entonces visualizo a los demonios que nos observan desde el jardín. Ya no estoy acompañada por Elerick, así que el miedo se hace presente, sin embargo, me llega el alivio, en el momento que veo a Cainán en la verja. Cuando se nos aproxima, le acerco a mi amiga y él me observa extrañado.

—Ayúdala, te explico en el camino.

Notando que es A, no hace mucho comentario, solo se limita a llevar a Triana, la cual continúa débil, por la mordida del condenado, que nos atacó en el bosque. Nos vamos a su coche, entonces cuando llegamos a la mansión, dejamos descansar a Triana en una de las habitaciones. Una vez que la cubro con la manta, me retiro del cuarto y cierro la puerta despacio. La oigo llorar, pero sé que no quiere que la acompañe, necesita estar sola.

Debe odiarme.

—No sufras —aclara Cainán cuando quedamos a solas—. Tarde o temprano iba a pasar, no fue tu culpa. —Mantiene su clásica cara de póker.

—Me hace pensar...

—¿En nosotros? —termina la frase.

Suspiro.

—Sí. —Trago saliva—. ¿Va a terminar así?

—No sé, nunca he pensado en que podría fallar.

Frunzo el ceño y lo miro directo a los ojos.

—¿En comerme?

—Somos demonios, Adara. En lo que a mí respecta, y a cualquiera de nuestra especie, para nosotros, Elerick es un débil. Por algo los demonios no necesitan de otros para reproducirse, no hay sentimentalismos.

—Pero tú sí puedes hacerlo —le recuerdo.

—¿Y? Eso no cambia nada. Es más, sería muy extraño admitir algo tan estúpido. ¿Por qué crees que la liberó? Necesitaba dejar de sentirse tan humillado, su presencia solo lo hacía ver mal, destruía su orgullo de demonio. Triana tiene suerte de que él no la matara.

—No iba a matarla, yo lo noté...

Enarca una ceja.

—¿Notaste qué?

—Lo mucho que la quiere, le dolió hacerlo. Solo la dejó por la presión de tus estúpidas provocaciones, y anda a saber cuántas más hubo dentro de ese clan.

—¿Y? Nada más le abrieron los ojos, ahora al fin va a imponer respeto y dejar de humillarse solo. Ahora va a ser un demonio de verdad.

—¡¿Tú te escuchas?! —me quejo.

—¿Qué quieres de mí, Adara? Estoy siendo sincero, pude haberte mentido.

—Sé que nuestra relación no va a llegar a ningún lado, me ves como algo de lo que alimentarte, pero... —expreso, triste—. No sé, supongo que esperaba algo más.

Suspira, se me aproxima y me levanta la barbilla, nuestros ojos se encuentran.

—Adara, me gustas... —Su rostro está tan cerca, siento su respiración—. No obstante, decir eso, para un demonio, solo significa que tiene un manjar en frente, que no eres cualquier tipo de comida, nada más.

—No quiero que me hables como si fuera un alimento, menos tú.

—Debía aclarártelo yo, para que lo entiendas, para que sepas que hablamos en serio.

Le pego en la mano y me alejo, luego limpio mi ojo, antes de que se me escape alguna lágrima escurridiza.

—No quiero que me aclares esto, es demasiado extraño y estúpido —me quejo.

—Ya te lo dijo B, era mi turno.

—No importa el tiempo que pase, vas a fallar, y me voy a reír en tu cara cuando te sientas como Elerick.

Hace una pequeña risa.

—Eso no va a pasar.

—¿Sabes lo que no va a pasar? —Enarco una ceja—. No vas a lograr matarme, y todos van a empezar a llamarme tu comida podrida. Tienes suerte de que me largue de este maldito pueblo cuando termine este caso. —Lo empujo y me dirijo a la puerta—. Me voy a caminar —informo para que no haga sus escenitas de celos.

—No tardes, no vaya a ser que te pierdas en el bosque otra vez.

Cruzo la puerta, mostrándole el dedo medio.

Cainán A

«¿Qué les ocurre a las comidas en estos tiempos? ¿Se creen inteligentes o qué?», comenta B mientras vemos como Adara se retira.

—¿Crees que vaya a pasar eso? —consulto.

«¿El qué?».

—Que la llamen comida podrida.

«Neh, y si llega a pasar, me la como y problema resuelto».

—No sé si sea tan fácil, si se ve raro que todavía no la hayamos asesinado.

Saco el celular, marco el número del culpable de que Adara esté reaccionando así y lo obligo a tener una reunión conmigo.

Maldito, Elerick, arregla tu estupidez, no se la pegues a mi presa.

            Maldito, Elerick, arregla tu estupidez, no se la pegues a mi presa

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