Adara
¿Conoces el miedo? Yo creía que sí, pero cuando B comienza a cambiar de forma una muy mala sensación llega hasta mí. Debo estar en el infierno. Ojos rojos, una infinidad de dientes por todos lados, garras que podrían destruir lo que sea en mil pedazos. No puedo mirar más a ese ser grotesco, pues empiezo a correr, apenas reacciono.
Me escondo en cada habitación, abro cada puerta para poder huir o poder esconderme, pero me encuentra de manera veloz. Entro a un cuarto e intento callar mi grito cuando visualizo un esqueleto. Ya he visto cadáveres antes, pero este es distinto, tiene una especie de grasa mohosa, y aunque pareciera humano, tiene algo diferente que no sabría describirlo bien. Sus huesos, definitivamente, no son algo que haya visto alguna vez.
—Puedo escuchar tu corazón —revela, miro mi escote y recuerdo que mencionó algo de un rastreador. Rompe la puerta, así que retrocedo, chocándome con el escritorio del muerto—. Tu carne debe ser deliciosa. —Pasa su larga lengua por sus afilados dientes.
Salta en dirección hacia mí, como un dinosaurio, queriendo devorarme, así que no puedo evitar gritar para defenderme.
—¡Te creo, te creo! —Lloro y cuando se distrae, saco mi arma—. ¡Aléjate!
No dudo en disparar, pero no le pasa nada, incluso se le cierra rápido la herida y por su garganta escupe las balas, como si las hubiera podido guiar.
Hace una pequeña risa.
—Eres muy graciosa, Ada. —Vuelve a relamerse los dientes.
Respiro con agitación. Puedo notar que mis mejillas se han mojado por las lágrimas, pero no bajo el revólver. No puedo fiarme, seguro me arrancará la cabeza en cualquier momento.
—¿Esto es una pesadilla? —Miro para todos lados—. Debe serlo.
Abre un tercer ojo en medio de los dos habituales, este tiene una esclerótica con un tono parecido al de su iris, y hace como que se burla, observando para ambos lados.
—¿Quieres que te arranque un brazo para ver si es real? —Escucho un chirrido en mi oído cuando habla—. Es estúpido que sigas insistiendo en tu absurda lógica de mortal.
Miro el esqueleto.
—¿Quién o qué es eso?
—Papá.
—¿Los demonios tienen padres? —Vuelvo a observarlo, aunque no tengo idea a dónde ver, es una sensación horrible.
—Depende la especie, pero si tienes cuerpo en el mundo de los vivos, sí.
El ambiente se ha calmado, aunque yo sigo tensa. Capaz ha sido buena idea cambiar de tema, pero eso no me ayuda a huir de aquí. Necesito salir de este infierno.
—No pienses tanto —expresa con esa voz de eco tan grotesca, que empieza a molestarme—. Recuerda que puedo percibir lo que pasa por tu cabecita. —Se ríe.
—Es instinto de supervivencia. Además, yo no tengo esa ventaja, y de igual forma, ya sabes que me quiero ir, no es una novedad.
—Lo supuse, pero eso no explica por qué sigues en Norville o para qué te quiere aquí. —Salta y chillo, cuando aparece detrás, apoyando sus largas pesuñas sobre el escritorio—. Dijiste que no tenías idea de tu padre, capaz ni exista.
Me río, aún nerviosa, me giro y alejo de su cuerpo, rápidamente.
—Claro que no. ¿Crees que soy como tú? Sin ofender, pero qué asco.
—Nadie es como yo, es probable que seas como Elerick. —Salta otra vez y me vuelvo a estremecer, en esta ocasión sus dientes están muy cerca de mi cara—. Preguntaré: ¿Eres estéril?
—No voy a responder eso.
—Yo no —contesta él y quedo un poco confundida, así que se ríe—. Tengo varios hijos, muchos de hecho, con diferentes mujeres.
—Qué me importa, no quiero saber. —Hago una pausa mientras mantengo mi indignación y luego reacciono—. Elerick...
—Él... y también lo hacía mi padre. Seres como ellos pueden crear sus propios hijos, sin fornicar, sin nadie, los escupen por la garganta —cuenta, así que hago cara de asco y se ríe—. Así que, si eres como ellos, probablemente, tú también puedas.
—No soy esa cosa que dices, no hago esa asquerosidad, y mi sexualidad está fuera de tus límites, así que cállate y déjame ir —expreso, indignada.
—Ay, pobrecita, no puede irse —se burla.
—Quiero hablar con A —dictamino, severa—. Ya me cansé de conversar contigo.
Si lo puedo llamar "conversar".
—Él no quiere charlar contigo, está molesto.
Suspiro, cansada.
—¿Qué más quieres de mí? Ya te dije lo que sé, me contaste lo tuyo y no creo que haya nada más de qué hablar. —Analizo la situación, pues ya no sé qué más hacer para convencerlo—. ¡Bien! Lee mi mente, date cuenta de que digo la verdad, así terminamos con esto.
Se forma un silencio indescriptible, en el cual sus tres ojos me miran, fijamente, y su saliva se desliza por sus colmillos. Lo que me provoca arcadas, pero me las aguanto. Se aproxima, entonces me paralizo, pero sigue de largo, así que no me queda otra que ir tras el ser sobrenatural. Cruzo la puerta y descubro que es él, con su ropa desarreglada y rota, pero ha vuelto a tener forma humana, y su gesto es el de A.
No pienso mucho sobre el asunto, solo quiero salir corriendo.
—¿Si sabes que Norville es el que no te dejaba salir, cierto? —consulta.
Trago saliva.
—No lo pensé, solo estaba aterrada.
—Puedes cruzar esa puerta, pero te van a seguir, tú decide. Puedes esperar a que amanezca o largarte ahora.
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Tú y yo paranormal
ParanormalUna detective fue enviada a investigar un asesinato en un pueblo pequeño, el único testigo y posible sospechoso es Cainán Done, un misterioso hombre que oculta un extraño secreto, así que nadie se atreve a enfrentarlo. El problema no es que sea un s...