Epílogo

264 32 8
                                    

Elerick

Se escucha una música tenue, miro mis cartas y observo el antro de mala muerte en el que estoy. Vuelvo a observar mi baraja mientras me mantengo sentado en mi silla. Mis contrincantes están exasperados. Puedo oír sus corazones por los nervios de estar perdiendo. Percibo sus pensamientos y sonrío con superioridad.

—Creo que gané —le digo al líder y pongo mi jugada sobre la mesa.

—¡¡Hizo trampa!! —se queja uno de sus subordinados—. ¡¿Pero cómo?!

—Caballeros, por favor, lo menos que quiero es hacerlos sufrir —Me levanto y agarro el maletín con el dinero—. Ha sido un placer jugar con ustedes, pero mi novia me está esperando, debo regalarle una cena.

—Un minuto. —Chasquea los dedos el jefe—. Arreglemos esto.

Veo que dos hombres se ponen detrás de mí y me mantengo impasible. Pobres, no saben lo que les espera. Aguardaba este momento, ya que es hora de mi cena. Acompaño a los caballeros al patio de atrás del antro. Apoyo el maletín en el suelo, entonces me limpio un poco de tierra que se ha deslizado en mi traje. Empiezo a aligerar un poco de mi ropa, quitándola despacio.

—Señores, normalmente, esto alguien lo hace por mí, pero, bueno, la vida cambia, y a veces hay que ensuciarse las manos.

Los hombres me miran, extrañados, por mis palabras, luego asumen que estoy borracho y se acercan hasta mí, para hacer su trabajo. Qué lamentable, no saben que su jefe los mandó al muere. Quizás pueda poner algo de justicia y comérmelo a él también.

Mi forma empieza a cambiar, mostrando mi gran tamaño, entonces la confianza de los matones se vuelve pequeñita. Se oyen los gritos que son tapados por el sonido de la música, y luego saboreo mi parte favorita, la cabeza. Los ojos también son un gran aperitivo, pero no llenan nada.

Me visto, agarro el maletín, después vuelvo a adentro, los presentes se sorprenden. Me aproximo al líder. Le golpeo la frente contra la mesa y muere en el acto. Paso un dedo por la sangre que ha manchado la tabla. Lamo un poco de mi comida

—No sabe mal, pero estoy lleno. —Giro mi vista al barman, mostrándole mis pupilas alargadas. Se agacha y se esconde como los demás. Creo que con eso basta para no levantar sospechas y que todos aquí parezcan locos—. Deberían limpiar el patio, es un chiquero.

Y ni siquiera lo digo por la carnicería que hice, fui bastante pulcro con mi festín, al menos más que cualquier otro demonio que conozca.

Salgo del lugar y me subo al coche que está estacionado en frente. Le sonrío a Tity cuando me ve llegar, así que ella hace lo mismo.

—Siento hacerte esperar. —Le doy el maletín—. Para tu comida.

Sus mejillas se ruborizan.

—Gracias. —Hace una pausa, pensativa—. Es tan raro, todo esto, tú y yo viajando, sin escondernos. —Se ríe, nerviosa, y pone un mechón rubio detrás de su oreja, la cual me encantaría morder—. Bueno, no es que nos escondiéramos, todos en el clan nos veían, pero ahora no hay presión.

—Hay mucha tensión —rimo y apoyo mi brazo en el respaldo de su silla para acortar la distancia entre nosotros—. Querías esto, ¿no?

Se sobresalta.

—¡Sí! —expresa en alto, luego baja la vista, para no cruzarse con mis ojos, por sus incontrolables nervios—. Es solo que... me liberaste y aún se siente extraño.

Le agarro la barbilla, entonces le levanto la cara, para encontrar su dulce mirada otra vez, esa que me vuelve loco.

—No necesito tu alma para saber que estamos conectados, ya tengo tu incondicional amor y tú el mío.

—Elerick... —expresa con una visión anonadada.

Puedo percibir el hermoso sentimiento, entonces la beso y nuestros labios comienzan a moverse. Siguiéndose el uno con el otro. Movilizo el maletín de sus piernas mientras no la suelto, así que se inclina hacia atrás, cuando el beso se intensifica.

—Quiero comerte. —Me relamo los labios, luego me río—. Metafóricamente.

Ella se ríe también.

—Lo sé, no necesitas decírmelo, no voy a asustarme.

—Soy un caballero, prefiero aclararlo. —La beso otra vez y me corresponde—. Me gusta que estés cómoda.

Mantiene la sonrisa.

—Lo dices en el asiento trasero de un auto —bromea.

Me inclino, apartándome de ella.

—Conseguí dinero, deberíamos ir a un hotel.

—¡Oye! —se queja y refunfuña—. ¿Para qué hablé?

—Igual lo percibí en tu mente.

—Sí, pero tú eres el refinado, yo quería mi momento salvaje. —Hace puchero.

Cumplo ambos deseos a la vez cuando conduzco rápido al hotel y tiro a Tity de manera brusca sobre la cama. No pagué, pero la verdad no me importa. Si alguien se queja, me puedo comer al recepcionista después, ahora tengo otro asunto más importante entre mis garras. Destrozo su blusa, luego grita cuando la muerdo, aunque se tranquiliza, sintiéndose extasiada, al yo soltar el líquido que despiden mis dientes, para curar la herida.

La beso, de manera ferviente, acaricio sus muslos, recorro con mis garras cada parte prohibida de ella. Seré todo un sofisticado, pero cuando se trata de Triana en la cama, todo lo refinado desaparece. Abro sus piernas y me como ese delicioso manjar.

No tengo idea cómo me pude negar a esto por tantos años, el tiempo que perdí sin aceptar esta delicia, pero no me lamentaré nunca más, ahora somos uno para siempre, en todos los sentidos posibles.

—Me encanta —declaro moviéndome y disfrutando—. Tú me encantas.

Nos volvemos a besar de una manera cálida. Sabiendo que habrá muchos besos más. Hoy, y también en toda la eternidad.

Tú y yo paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora