Capítulo 1. El Prisionero.

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Inveraray, Escocia, invierno de 1861

Despegó un ojo con gran fatiga y la visión aún borrosa a causa del dolor y la fiebre.

—Buenas noches, su señoría. —El pesado juego de argollas de hierro que colgaba de la mano mugrienta del carcelero no presagiaba nada bueno. —¿Cómo estamos esta noche?

Jungkook lo contempló con recelo y sin decir nada.

El carcelero se rió dejando al descubierto una hilera irregular de dientes picados.

—Una noche tranquila, ¿verdad? —Con la bota llena de barro empujó ligeramente el plato de gachas secas abandonado a los pies de la cama de madera de Jungkook. —¿Qué es esto? ¿La cena no estaba de su gusto, mi lord?

—Puede comerla el muchacho. —Jungkook indicó con la cabeza la figura escuálida que estaba sentada enfrente, con el cuerpo doblado sobre el gélido suelo. —Yo no tengo hambre.

El huesudo muchacho no se molestó en alzar la mirada. Continuó hecho un ovillo, agarrándose las rodillas con sus delgados brazos en un intento vano de entrar en calor.

—¿Y tú qué dices, Jack? —preguntó el carcelero, desviando hacia él su atención. —¿Quieres llenar la tripa con la cena que ha dejado su señoría?

El chico alzó la vista y en sus ojos grises destelló una dura mirada con manifiesta hostilidad. Una fina cicatriz blanca estropeaba la piel de su mejilla izquierda, por lo demás lisa.

—No.

El carcelero se rió.

Las raciones que servían en la prisión no sólo eran repugnantes, sino que también se caracterizaban por ser escasas, y sabía que el muchacho tenía que tener hambre.

—Un granujilla terco, eso es lo que eres. No necesitas nada de nadie. Aparte de lo que robas, por supuesto. El hábito de robar corre por tus venas igual que por las de tu madre corría sangre de fulana, ¿o no, mozalbete?

<<Mozalbete = joven de pocos años.>>

El delgado cuerpo del chico se puso en tensión. Jungkook observó cómo rodeaba sus rodillas aún con más fuerza con sus flacuchos brazos, luchando por dominar su rabia.

—Ese es el problema con vosotros, los hijos bastardos de fulanas —continuó el carcelero. —Habéis nacido con mala sangre y moriréis con ella, y entretanto no hacéis otra cosa que apestar y hacernos la vida más miserable a los demás. Pues bien, hoy voy a comprobar —dijo arrastrando las sílabas y haciendo resonar las argollas de forma amenazadora delante del rostro del chico. —Si puedo sacarte a golpes un poco de esa mala sangre tuya.

Una vislumbre de miedo se coló en la fría mirada de Jack.

Jungkook apretó la mandíbula mientras se incorporaba lentamente sobre uno de los codos, combatiendo una oleada de dolor y náuseas. La paliza que había recibido hacía unas dos semanas le había roto varias costillas, y la fiebre había mermado buena parte de sus fuerzas. Incluso así, la preocupación por el muchacho le obligó a erguirse hasta adoptar una posición sentada.

—¿De qué estás hablando? —quiso saber.

—Han condenado a treinta y seis azotes de látigo a nuestro joven Jack. —El carcelero disfrutó perversamente viendo cómo el sucio rostro del joven se quedaba sin sangre a causa del espanto. —¿Pensabas que me había olvidado de eso, mozalbete? —Se rió, luego escupió en el suelo. —El juez del distrito ve con malos ojos que escoria como tú robe objetos valiosos a la gente honrada. Piensa que alguna que otra paliza y unos pocos años en un reformatorio en Glasgow, tal vez podrían curarte de tus viles costumbres. Aunque nosotros sabemos que no, ¿verdad, Jack? —Hundió su fornida mano en el pelo del muchacho y lo puso en pie sin el menor reparo. —Sabemos que una pequeña hez apestosa como tú sólo puede acabar muerto, bien a manos de los que son como tú, o bien ahorcado por asesinato, como su señoría aquí al lado.—Empujó a Jack con fuerza contra la pared. —O sea, yo sospecho que el hecho de amarrarte a la mesa de latigazos con las muñecas maniatadas y el culo al aire sangrando bajo el azote de mi látigo no va a curarte de tus infames costumbres. Da lo mismo, quiero que lo sepas —concluyó riéndose. —Pero de todos modos voy a disfrutar como un cabrón.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora