Capítulo 6. La familia.

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Era una combinación de inquietud y aburrimiento lo que finalmente le había llevado a levantarse. Una vez desaparecida la fiebre y con sus heridas sanándose, había empezado a encontrar los confines de la agradable alcoba de Jimin, tan ordenada y arreglada, casi tan sofocantes como su celda de la prisión. Aunque requirió cierto esfuerzo levantarse del blando colchón e incorporarse sobre sus doloridas piernas, una vez mitigado el mareo inicial, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no se sentía tan débil.

Animado, se había acercado al vestuario en busca de su ropa. Al no descubrir nada aparte de unos cuantos trajes modestos que no eran de su talla y algunas pilas de ropa interior que tampoco lo eran, cuidadosamente plegada, había determinado que la manta de la cama tendría que servirle. Se envolvió toscamente la cintura con ella y luego, sin saber muy bien qué hacer con la tela que sobraba, se la echó descuidadamente sobre el hombro, pensando que sería suficiente hasta que encontrara algo mejor.

—Mis disculpas, señores y señora —dijo al comprender por los ojos abiertos que las había escandalizado su falta de atavío. —Me temo que no he podido encontrar mi ropa.

—Porque las quemamos, chaval —le informó Oliver alegremente. —El joven Jimin no quería arriesgarse a que alguien encontrara un uniforme de prisión tirado por aquí.

Jungkook recordaba vagamente que Jimin había mencionado algo de esto. Sus sentidos se vieron de pronto invadidos por las dulces y penetrantes fragancias que flotaban en el aire de la cocina. Miró con anhelo los pucheros que humeaban a fuego lento encima de la cocina. Hacía ya dos horas que había acabado el pan y el caldo que Jimin le había subido, y tenía un hambre voraz.

—¿Es carne lo que están cocinando?

—Son asaduras de cordero —contestó Jin, —pero aún no están hechas. Las picaré muy finitas y, una vez hervida la mezcla desmenuzada, la dejaré enfriar y haré el pastel. Estará listo para la noche.

—¿Y en el otro puchero? —Le gustaba el pastel de asaduras, sí, pero Jungkook buscaba algo un poco más sustancioso.

—Manténgase alejado de él, joven, —advirtió Oliver con una risita —a menos que pueda tolerar la imagen de un montón de ojos brillantes y redondos fijos en usted.

A Jungkook se le revolvió el estómago. ¿Qué diantres llevaría toda la sopa que había consumido desde que había venido aquí?

—¿Está cocinando ojos?

—Son cabezas de pescado —explicó Jin mientras lanzaba a Oliver una mirada contrariada. —Le estoy preparando un sopa de pescado deliciosa. Pensaba que le apetecería cambiar.

—Muy considerado por su parte. —Jungkook estaba casi seguro de que si le ponían delante otro cuenco de caldo le entrarían arcadas. —¿Por casualidad no tendrá un poco de asado de vacuno o tal vez algo de pollo glaseado? —Su boca empezó a salivar ante la expectativa.

—Me temo que no —contestó Jin, sacudiendo la cabeza. —Es jueves.

Jungkook estaba perplejo.

—¿Jueves?

—Los jueves ya no queda carne —explicó Doreen. —Excepto, por supuesto, las asaduras.

—Ya veo —dijo Jungkook, aunque de hecho no entendía nada.

—Esta noche tenemos merluza frita y pastel de asaduras con patatas y guisantes —detallo Jin, intuyendo su confusión. —Y mañana a la noche tendremos mi sopa de pescado. El sábado veré si puedo encontrar alguna pieza de vacuno decente a buen precio para meterla en la cacerola con chirivías, coles y patatas. El domingo, con todo lo que haya quedado, prepararé estofado con tropezones de pasta, y el lunes habré convertido ese estofado en una rica sopa. El martes iré a comprar otra vez un trozo de carne y tal vez encuentre algunas chuletillas de cuello de cordero o tal vez un rabo de buey que el carnicero esté dispuesto a dejar a buen precio. Sea lo que sea, tendrá que servir para alimentar a diez personas, once incluido usted, durante tres días. Y por eso no queda carne el jueves por la noche: en el almuerzo de este día siempre damos cuenta de lo que haya empezado a cocinar el martes.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora