Capítulo 19. ¡A por él!

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El humo negro flotaba formando una columna tiznada sobre lo alto de los tejados, tejiendo un velo sombrío que quedaba resaltado sobre el plomizo cielo invernal. El día se había vuelto frío de repente, y la gente intentaba protegerse del creciente frío arrojando a sus fuegos más cantidad del carbón y la madera tan preciados. Jimin subió rápidamente los escalones de su casa, ansioso por informar a Jungkook de su encuentro con el señor Humphries, el director del banco.

Había ido excepcionalmente bien. El señor Humphries estaba encantado con las noticias de la buena suerte de su esposo en lo concerniente a su encargo de la venta de la obra de monsieur Boulonnais. Se mostró incluso más eufórico al ver el cheque que Jimin le había entregado. Mientras el dinero de la venta de sus cuadros siguiera entrando, finalmente sería capaz de liquidar su hipoteca y emplear las ganancias para mantener a la familia. Tal vez pudiera incluso permitirse también algún capricho especial para los niños. A todos ellos les irían muy bien ropa y zapatos nuevos, y había unos cuantos libros que quería adquirir para sus estudios. Levantó el pasador y se apresuró a entrar, intentando no pensar en el hecho insoportable de que Jungkook no tardaría en marcharse. No quería que aquello destruyera el poco tiempo que les quedaba juntos.

Una mirada a los ojos enrojecidos y narices coloradas de Jin y Doreen le dijo que había sucedido algo terrible.

—¿Qué pasa? —preguntó de forma abrupta, intentando dominar su miedo.

—Se ha ido, jovencito —Oliver parecía viejo y derrotado cuando cogió su delgada mano entre las suyas—. Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero no sirvió de nada.

Jimin se le quedó mirando con la mente ofuscada.

—¿Jungkook se ha ido.., sin despedirse?

—El pobre muchacho no ha tenido otra opción.—Jin se sonó ruidosamente la nariz en el pañuelo—. Unos desagradables agentes entraron aquí a empujones y lo sacaron a rastras por la puerta.

No, pensó, sintiendo que le arrancaban el corazón. Por favor, Dios, no.

—Intenté que no entraran, muchacho —El rostro envejecido de Oliver formó una mueca de remordimiento—. Pero no podía luchar contra tres de ellos. ¡Eran como gigantes, y el doble de fieros!

La culpa era de suya, comprendió tétricamente. Tenía que haber obligado a Jungkook a marcharse en el mismo minuto en que lo reconocieron en Glasgow. Debería haberle amenazado con informar del asunto a la policía si no se marchaba. En vez de ello, le había permitido quedarse a su lado, le había permitido echarse desnudo junto a él por la noche y acompañarlo de regreso a Inveraray porque en lo más profundo de su corazón no estaba preparado para renunciar a él.

Había sido un necio. Un necio egoísta y estúpido.

—Miserables canallas —maldijo Doreen con tono cáustico—. Tiraron al suelo al pobre Oliver y le hicieron una herida en la cabeza.

—Nuestro Jack atacó al patán que lo hizo. —Jin se secó los ojos con su arrugado pañuelo—. Luego los tres empezaron a dar una paliza al pobre muchacho.

—De modo que Jungkook cogió el atizador y juró partirle el cráneo al cabrón más grande si no soltaba al chico. —Oliver lo miró con abatimiento—. Luego se fue con ellos sin rechistar, después de obligarles a prometer que nos dejarían tranquilos a los demás. No quería que nos hicieran ningún daño.

No, por supuesto que no. Jimin recordó el modo tan valiente en que se había enfrentado Jungkook para ayudar a Jack la noche que lo había encontrado echado en el suelo de la prisión, sangrando, destrozado. Jungkook nunca se quedaría al margen observando cómo otra persona sufría. No importaba que aquello significara que lo golpearan casi hasta la muerte.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora