Capítulo 15. Vientos.

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—...Después de eso, salió de la cárcel con la niña y regresó a casa del señor Jimin Blake aproximadamente a las cuatro de la tarde.

El señor Timmons se rascó un grano bastante inquietante que tenía en la nariz y cerró su libreta, lo cual indicaba que había concluido el informe.

—Me quedé en la calle hasta las once de la noche, justo antes de venir para aquí. El señor Blake no abandonó la casa ni ninguno de los demás habitantes de la casa.

Vincent Ramsay, conde de Bothwell, tamborileaba sus dedos de uñas arregladas sobre la superficie arañada de la mesita de su habitación. Luego se levantó, sacó un sobre de un bolsillo interior de su chaqué y lo deslizó hasta el otro lado de la mesa.

—Gracias, señor Timmons. Me pondré en contacto con usted si vuelvo a necesitar sus servicios.

La boca del señor Timmons se abrió mientras echaba una ojeada al grueso fajo de billetes dentro del sobre.

—Gracias, señor Wright, a su disposición —se deshizo en agradecimientos, abrumado por la generosidad del misterioso caballero que lo había contratado—. Encantado de estar a su servicio. Si hay alguna otra cosa que yo pueda hacer..., ¿tal vez quiera que vigile al señor Blake mañana otra vez...?

Vincent abrió la puerta de la habitación del hotel, ansioso por que aquel hombrecillo adulador desapareciera de su vista. Despreciaba a los hombres que se ganaban la vida espiando la de los demás y despreciaba en concreto al señor Timmons ya que su mera presencia era una intrusión en la propia vida de Vincent. Le había pagado bien para garantizar su discreción, pero el conde no era tan tonto como para creer que tenía garantizada de manera absoluta su confidencialidad.

—Por el momento esto es todo. —Mejor que aquella sabandija pensara que podía haber más trabajo en el futuro. De este modo se sentiría más inclinado a mantener la boca cerrada—. Buenas noches. —Cerró la puerta de forma abrupta y dejó al señor Timmons de pie en el pasillo con el sobre agarrado en su mano.

Vincent se sirvió una copa de jerez insípido, dio un sorbo y se encogió con un estremecimiento. No estaba acostumbrado a beber cosechas tan baratas, pero desde su llegada a Inveraray estaba haciendo todo lo posible para no atraer excesiva atención hacia su persona y aquello incluía no entregarse a su afición por los buenos vinos. Por este mismo motivo se había registrado en este pequeño hotel destartalado como señor Albert Wright, un hombre de negocios de Glasgow, de camino al norte para investigar la producción de carbón vegetal en las colinas al norte de Taynuilt.

Vestía ropas modestas y actuaba con discreción, sin dar motivos a nadie para reparar en su presencia, excepto cuando le servían aquellas comidas fibrosas, cargadas de grasa, bien en su habitación o en el espantoso restaurante del piso inferior —con su alfombra llena de manchas y cubertería totalmente falta de brillo— momentos en los que se sentía obligado a mostrarse condescendiente. Se presentaba como un hombre silencioso, amable, carente por completo de alicientes, alguien de quien, esperaba, se olvidarían en el momento en que desapareciera de su vista. No deseaba causar impresión de ningún tipo en nadie durante su estancia aquí.

A excepción, por supuesto, del desaparecido del marqués Jeon.

Cuando recibió las primeras noticias de que Jungkook había conseguido eludir a los atacantes que él había contratado para que lo asesinaran, se había puesto como una furia. Finalmente se consoló con la idea de que la horca era un final igual de apropiado para aquel cabrón hijo de perra. El hecho de que Jungkook fuera a juicio como un vulgar criminal y el tribunal lo declarara culpable de asesinato, resultaba irónico y apropiado.

Contaba con el placer añadido de imaginarlo languideciendo durante semanas en una celda fétida, plagada de chinches, rodeado de la escoria de la humanidad, sin duda apalizado y maltratado, declarando con insistencia y desesperación su inocencia sin conseguir nada. Vincent se había deleitado pensando en trasladarse a Inveraray para asistir a la ejecución, pero finalmente decidió que era mejor dejar que todo aquel miserable asunto se llevara a cabo sin su presencia. Quería a Jungkook muerto, pero no sentía la necesidad imperiosa de presenciar su muerte.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora