Capítulo 10. ¡Santo cielo!

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No podía recordar nada que le hubiera afectado tanto antes. Cuando llegó a esta casa había jurado que no cogería afecto a estos niños. En aquel instante había resultado fácil hacer aquel juramento. Pensaba que podría marcharse de la casa en el momento que le conviniera y no volver la vista atrás. Pero la idea de Charlotte o de cualquiera de los niños, para el caso de acabar siendo víctima de golpes y abusos en un apestoso y atroz reformatorio era algo que no podía consentir.

Sólo tenía una ligera noción de las circunstancias de cada uno de ellos antes de venir a vivir aquí, pero era bien consciente de que todos habían padecido el dolor del rechazo, el miedo y la desesperanza en sus breves vidas. Luego Jimin los había rescatado. Los había sacado de las cenizas invernales de su existencia y los había traído a esta casa, donde los había lavado y alimentado, y además los había cogido entre sus brazos, consiguiendo que se sintieran queridos y a salvo.

Jack no estaba dispuesto a quedarse mirando cómo los apartaban de la única persona que de verdad los había querido y los arrojaban al vertedero de la vida una vez más.

—Lo único que tenemos que hacer es conseguir el dinero para pagar al puñetero banco —manifestó Jack de forma sucinta —y podréis quedaros todos juntos en esta casa.

—Pero ¿dónde encontraremos el dinero? —preguntó Jamie.

—Jimin cree que podría tener alguna cosa para vender, pero lord Jeon dijo que, fuera lo que fuera, no sería suficiente —informó Simon. —Dijo que a lo mejor encontraba algunos diamantes.

—No creo que Jimin tenga diamantes —reflexionó Annabelle. —Nunca lo he visto llevar joyas de ningún tipo.

—Antes tenía un anillo y un reloj que eran de su abuelo —explicó Jamie, —pero los vendió a la tienda de antigüedades del señor Ingram justo después de que Simon llegara. Te acuerdas de eso, ¿verdad Simon?

Simon hizo un gesto de asentimiento.

—Intentó aparentar que estaba contento con la venta, pero me di cuenta de su tristeza. Nos llevó a tomar té y nos dejó pedir tartas de limón en vez de bollos, explicando que se trataba de una ocasión especial que teníamos que celebrar.

—Yo no voy a buscar ningún dinero aquí —dijo Jack con impaciencia. —Tendré que buscarlo ahí. —Ladeó la cabeza de manera demostrativa hacia la ventana.

—¿En las cortinas? —preguntó Jamie, confundido.

Jack entornó los ojos. Prácticamente eran bebés, se recordó.

—En las calles.

—¿Quieres decir que vas a robarlo? —Grace se mordió el labio pues la idea le provocaba cierta incertidumbre.

Jack asintió.

—Podemos ayudarte —se ofreció Simon, emocionado ante la posibilidad. —Todos tenemos experiencia como carteristas, a excepción de Jamie, por supuesto, pero supongo que puede aprender.

—Levantar carteras no será suficiente —le informó Jack. —Tengo que robar algo verdaderamente valioso. Como una joya con muchas piedras preciosas en ella, o tal vez una estatua o un cuadro.

—Creo que robar un cuadro sería difícil —reflexionó Grace con su pragmatismo habitual. —Son demasiado grandes para esconderlos debajo del abrigo.

—Tendríamos que colarnos en alguna casa para encontrar esas cosas —añadió Annabelle. —Pero ¿cómo conseguiríamos entrar?

—Sé cómo reventar una cerradura —se ofreció Simon. —Lo hice en una ocasión para entrar en una casa.

Jack alzó una ceja, debidamente impresionado.

—¿Qué robaste?

—Me comí un enorme pastel de jengibre, medio budín de dátiles con una salsa pringosa, cuatro panecillos con mermelada, un plato frío de cordero con guisantes, un cuenco de mantequilla, un terrón gigante de azúcar, una pinta de crema para montar y una jarra de cerveza.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora