Capítulo 5. Crucemos los dedos.

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—Buenos días, lord Jeon.

La voz de Jimin era fría. No obstante, fue su expresión lo que más lo alarmó. La dulce aflicción que llenaba sus ojos la primera vez que los miró, echado en el suelo de la prisión, ya no estaba ahí. No podía recordar con precisión cómo le había mirado la noche pasada, pero casi podía asegurar que no lo había hecho con esta tensa animosidad. ¿Cómo podía haber cuidado de él con tal devoción silenciosa todas esas largas horas y dedicarle ahora una mirada con tal desprecio hostil y cautela?

—¿Qué ha sucedido? —exigió saber con voz ronca.

—Voy a hacerle una pregunta, lord Jeon, empezó, pasando por alto su pregunta. —Y me dará su palabra de que contestará con sinceridad, sin tener en cuenta cuáles sean las consecuencias. Es decir, creo qué es lo mínimo que puede hacer por mí, dados los riesgos extremos que he asumido para ayudarle. ¿Tengo su palabra?

Una fría desesperación empezó a empaparlo. Por un momento, en algún lugar dentro del velo brumoso, engañoso, de su sueño profundo, se había confiado, llegando a pensar que estaba casi a salvo. Pero no lo estaba. Se encontraba demasiado débil como para moverse, y si este señor encantador y preocupado lo decidía, podía ser entregado a las autoridades y ser ejecutado antes de la puesta de sol. No era un hombre acostumbrado a debilidades o vulnerabilidades, y el hecho de que su vida pendiera de forma tan precaria ante él mismo lo llenaba de una rabia impotente.

—Tiene mi palabra. —No tenía sentido mentirle, decidió Jungkook. De todos modos, estaba claro que ya estaba informado de su delito.

Jimin vaciló. Pareció librar una batalla con su pregunta, como si le diera miedo plantearla.

—¿Mató a aquel hombre? —espetó de pronto.

—Sí.

Había que decir en favor de Jimin que no salió corriendo de la habitación, sino que permaneció firme donde se encontraba. De todos modos, él podía reconocer por la manera en que fluctuó su postura que la respuesta le había afectado profundamente y lamentó aquello muchísimo.

—¿Por qué? —su voz puso en evidencia su angustia.

—Porque estaba intentando clavarme un cuchillo en el pecho y no me apetecía mucho la idea.

Jimin lo miró con escepticismo.

—¿Por qué quería él matarle?

—Si supiera eso, quién era él y sus tres amigos, podría haber conseguido un veredicto más aceptable en el juicio. Por desgracia, los hombres que me atacaron no se tomaron la molestia de entrar en las sutilezas de una presentación formal. —Hizo un gesto de dolor al cambiar de posición en un intento de sentarse.

Jimin no dio ningún paso para ayudarle.

—El agente Drummond dijo que no había pruebas de que hubiera más atacantes.

—El agente Drummond es un hombre frustrado y malintencionado, detestable, cuya falta personal de placer y bienestar en la vida le lleva a arremeter de un modo ultrajante y excesivo contra casi todos los individuos que se cruzan en su camino. —Jungkook reaccionó con tribulación. -Es una inmensa suerte que no sea juez o todo Inveraray estaría encerrado en la prisión.

Jimin lo miró llena de sorpresa. No era frecuente oír a alguien que no fuera miembro de su propio personal expresar pensamientos similares sobre el policía. El hecho de que el agente Drummond fuera un bruto malévolo no volvía inocente al hombre echado ante él. No obstante, le recordó que aún no había oído su versión de esta sórdida historia.

—Tal vez pudiera contarme con exactitud qué sucedió aquella noche, lord Jeon —sugirió, agarrándose las manos con expectación.

Jungkook suspiró. Había pasado por esto incontables veces y, sin excepción, nadie lo había creído, ni siquiera el caro abogado que había mandado buscar nada menos que hasta Inverness. Incluso él mismo estaba empezando a cuestionar qué había ocurrido exactamente aquella noche infernal.

Corazón Prisionero x Kookmin +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora