Sueños de libertad

Secreto desvelado

—Uy, uy, uy. ¿Y esa cara? ¿Tú te estás viendo con alguien? ¡A mí no me engañas!

La mirada inquisidora de Carmen se fijó en una Fina más allá del plano terrenal.

—¡Madre mía, pues sí que te ha dado fuerte!

Carmen la tomó por los brazos para que se centrara en ella y con toda la seriedad que pudo reunir le dijo:

—Fina, lo he pensado detenidamente y ¡me voy a meter a monja! Creo que el hábito me sentaría de maravilla —se contoneó delante de ella de forma presuntuosa—. Voy a tener a los monaguillos locos.

—Pero qué dices. Si a ti te gustan más los hombres que a un tonto un lápiz.

—Ya que sacas el tema, que ya sabes que a mí eso del cotilleo no me va. ¿A ti quién te gusta? ¿O me vas a decir que tienes los ojos brillosos porque has pasado por delante de la fábrica?

Carmen mostró una sonrisa a medio camino de un puchero, de la manera más inocente que su carácter le permitía.

—Otra que me quiere ver emparejada. Primero mi padre, después Claudia...

—Te quiero ver feliz. Aunque claro, no sabía yo que Gaspar era una mujer —dijo mordiéndose el labio inferior para no echarse a reír.

—Mira Carmen, mira. ¡Qué todavía las tenemos tú y yo!

—Tienes razón. A lo importante, que te me vas por la tangente. ¿Gaspar besa bien?

Esta vez no pudo contenerse y estalló en carcajadas. Fina la fulminó con la mirada ante lo que Carmen fue poco a poco calmándose.

—Es que mujer, ¿cómo se te ocurre? Ahora se va a enterar toda la colonia.

—Pues mira, al final se me pegan las ideas de torero bombero de Claudia —replicó también con una sonrisa en el rostro, aunque no le duró mucho—. A ver, Carmen, tengo ya una edad, la gente espera, mi padre espera... —su voz se quebró, al igual que la determinación de sus palabras—. ¿Y si es su último deseo? ¿Cómo no voy a concedérselo?

Carmen se sentó junto a ella en la cama y la abrazó.

—Mira que soy boba. Perdona, es que a veces me pueden estos impulsos míos.

Estuvieron un rato en silencio, abrazadas. Tras separarse fue Carmen quien retomó la conversación, esta vez sin ningún tipo de broma.

—Fina, sé que es una situación muy difícil, pero Isidro se va a poner bien. Tienes que ser optimista. Es un hombre fuerte.

—¿Y si no lo hace? Él quiere verme formar una familia... Con un hombre, hijos...

Carmen le tomó las manos entre las suyas.

—Él quiere verte feliz, Fina.

—¡Sí lo sé!, pero y si le digo lo que soy y se va sintiéndose asqueado de su propia hija, despreciándome... Yo...No lo soportaría...Es mi única familia, Carmen. El hombre más bueno que existe, al que adoro. No puedo romperle el corazón.

—¿Y vas a romperte el tuyo y confundir a Gaspar por el camino? Y también, a hacer daño a quien de verdad empiezas a querer.

—¿Cómo lo sabes?

—"Esto es amor, quien lo probó lo sabe". No soy yo muy de letras, pero tuve un pretendiente fanático de Lope de Vega. Y memoria tengo, sí señor, para lo bueno y para lo malo.

Carmen retiró con delicadeza las lágrimas que resbalaban por las mejillas de Fina.

—¿Qué harías tú Carmen? —cuestionó Fina, tratando de sonar firme.

—Ha pasado algo con esa otra persona, ¿verdad?

Fina asintió.

—Me ha besado. Y... —su cara se iluminó—. Me corresponde Carmen, lo hace.

—Entonces no la dejes escapar, pero tened cuidado, mucho cuidado. Y a tu padre no hace falta que le sueltes la verdad de sopetón, pero no le mientas tampoco. Gaspar es un bonachón y se habrá prestado a ayudarte, pero a la larga no funcionará. Es lo que yo haría.

—¿No vas a preguntarme quién es?

—Fina, soy tu amiga, siempre lo seré, pase lo que pase. Eres tú quién decide lo que quiere contarme y lo que no. Sólo tienes que saber que mi hombro es extremadamente reconfortante y no es por tirarme flores, pero soy la mejor compañía que puedas encontrar, ahora que Claudia no nos escucha. Yo no te he dicho nada, eh.

—Eres increíble —admitió Fina, sonriendo por primera vez de verdad.

—Pues no te lo acabo de decir. Es que no escuchas, eh, no escuchas.

Carmen se puso en pie y ya iba camino de la puerta cuando Fina se confesó.

—Es Marta de la Reina.