Más tiempo en publicarse, pero capítulo más largo. Poco a poco todo avanza. : )
De nada servía negar lo evidente. Nunca funcionaba. Lejos de sentirse asustada, Fina se hallaba inusualmente calmada. Era algo a considerar pues suponía las primeras notas de la derrota. No obstante, en su interior una hoguera esperaba cabizbaja a que los intolerantes la encendieran con su incomprensión. Estaba cansada de ocultarse, de aparentar, de sufrir cuando lo único que hacía era amar a otra persona más que a sí misma. No reaccionó a pesar de no haber sorpresa en el rostro de Digna. Pudo leer... ¿culpa? Fue tan efímera la emoción que no le dio importancia.
-Sí -repitió con rotundidad, con rabia. Claro que era Marta la dueña de sus días. A eso no pensaba renunciar. Un arrebato de ira la hizo levantarse de la silla. Una chispa había hecho prender la madera. Estaba anticipándose a lo que creía que iba a pasar. Y por una vez iba a ser ella la que iniciara la conversación.
-Es ella y me da igual lo que piense al respecto. Es que no lo soporto más. No voy a permitir que nadie me juzgue. Soy... ¡por Dios! Merezco que me quieran como soy. Y si le desagrado pues... -Movió las manos sin una dirección clara para terminar apoyándolas sobre el respaldo de la silla-. Haga lo que considere oportuno -concluyó desafiándola con la mirada.
Digna la contemplaba, mortificada. Había visto esos ojos antes. Dos carbones ardiendo en un rostro enrabietado. La imagen la golpeó con tal dureza que pensó que se desvanecería. Sonrió con una de esas sonrisas que parecen decir «bien jugado». Los actos, tarde o temprano, tenían consecuencias. Y a ella le acababan de llegar de forma terriblemente irónica. La impresión la había dejado muda. Necesitaba elegir sabiamente las palabras que iba a pronunciar. Se debatió internamente entre varias para acabar optando por las que décadas atrás jamás hubiera dicho.
-Estoy aquí para ti. Te escucho. Siempre lo haré.
Su voz sonó firme sin dobles sentidos. Escucho el tono grave de su conciencia: «Lo sencillo que es, ¿no te parece? Mírala, mírala ahora. Lo diferente que hubiese sido todo, ¿verdad?». Cerró los ojos un instante y al abrirlos una lágrima solitaria se escapó resbalando por su mejilla. Era parte del peso que llevaba cargando durante tantos años.
-¿Cómo?
Fina no daba crédito. Hasta el punto que tuvo que pellizcarse para comprobar que era real.
-No soy nadie Fina, nadie. Ahora lo sé. Y quiero que me recuerden por lo que hice, no por lo que tenían que haber hecho. Una lección que aprendí de la peor manera.
-Entonces, ¿no va a delatarme?
-No, hija, no. Mal concepto de mí misma tendría si lo hiciera. Ya no soy... -Se detuvo. Tampoco estaba preparada para hablar de ello-. Os aprecio a ti y a tu padre con toda mi alma. Jamás haría algo que os pusiese en peligro.
Fina recuperó su asiento, ya más relajada.
-¿Entiende entonces la situación en la que me encuentro? ¿Qué debo hacer?
La entendía mucho más allá de lo que Fina podía llegar a imaginarse.
-No puedo ayudarte con eso.
Era la segunda vez que Digna la sorprendía con su respuesta.
-¿No me va a decir que me aleje de ella?
-¿Serviría de algo? -cuestionó y vio la respuesta reflejada en el rostro de Fina.
-Sólo te pido que, por favor, si te ves al borde del abismo, sepas que no estás sola. Prométemelo.
-Se lo agradezco.
-Fina, prométemelo -insistió. Era una petición con un matiz desesperado. Parte de su desazón tenía nombre propio.
-Se lo prometo.
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Sueños de libertad
FanficPosiblemente una serie de historias cortas de los personajes Marta de la Reina y Fina de la serie Sueños de libertad. Enmarcadas en la serie y con aparición de Claudia y Carmen, y quizás de otros personajes, porque... ¿En serio tengo que decir por...