Capítulo VII: Palabras justas en momentos apropiados

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Capítulo VII: Palabras justas en momentos apropiados.

 

 

Miré atentamente el rostro de mi seguidor. Lo primero que me llamó la atención, fueron sus ojos, tan azules que… ¡Espera! ¿No los he visto ya en alguna parte? No, no puede ser, me estaré haciendo ideas equivocadas.

Una media sonrisa se formó en sus labios y se acercó a mí. Tragué saliva. ¿Quién puede ser este hombre? No me suena de nada, es alto, fornido, con una pizca de madurez en su rostro, su pelo castaño claro comenzaba a asomar canas dándole un aspecto más interesante. ¿Qué edad podría tener? ¿38? ¿39? ¿O tal vez 40? Mucho más no creo que tenga. Me estremecí cuándo se cruzó de brazos delante de mí.

-¿Estás bien bonita?-me preguntó sonriente. Asentí lentamente.

Vale, a ver… ¿tiene sentido que mi seguidor sea un cuarentón medio interesante y sexy  al que no conozco ni de vista? Mucho sentido no tiene, pero no soy confiada, con lo cual, estaré alerta. Aunque también es posible que él no sea mi acosador y me esté montando una película dónde no hay actores.

-¿Quién es usted?-pregunté tranquilamente, con mi mirada segura sobre él, demostrándole que no me intimida en absoluto. El rió, alcé una ceja.

-¡Oh, por favor! No me hables de usted, no soy tan mayor ¿sabes? Las chicas aún caen rendidas a mis pies fácilmente-me guiñó un ojo y lo miré sorprendida.

¿Acaso estaba… ligando conmigo? No, creo que me estoy volviendo loca… Me tendió la mano, vacilé un momento antes de cogérsela. ¿Qué diantres pretende este hombre? Simplemente no lo entiendo, no es la primera vez que uno de su edad me mira cómo mujer pero de ahí a que esté intentando “algo” hay mucho camino por delante.  Le cogí la mano.

-Me llamo Alejandro ¿y tú?-preguntó sin quitar su sonrisa.

-Rubí-sonreí coquetamente y le lancé una mirada seductora. ¡Sólo para comprobar sus intenciones! Nada más. Que a mí no me van los vejetes. Es decir, esta bueno y eso pero prefiero a los de mi edad.

-¿Te gustaría charlar un rato? En la entrada tengo la limusina, si no quieres, no hace falta que nos vayamos de aquí, allí tengo copas y bebidas para mantener una agradable conversación. ¿Qué dices?-me preguntó con una pizca de arrogancia y seguridad en la mirada.

Sonreí ampliamente, una limusina… entonces Alejandro tiene dinero…

Tal vez no sea tan mala idea charlar con él, tal vez podríamos hacernos amigos, entraría en su círculo social y tal vez encuentro un chico ideal para conseguir de una vez mi dinero. Si me caso con un niñito mimado y adinerado, no sólo disfrutaré de mi dinero, sino del suyo también. Sobre todo del suyo, a fin de cuentas, lo mío siempre será mío, asique ¿para qué gastarlo pudiendo gastar el de los demás?

Si… verdaderamente es una gran idea, ya se lo advertí a mi madre, lograré que me devuelva  MÍ dinero aunque sea lo último que haga en la vida. Y lo haré en menos de un mes, porque para ese entonces ya no tendré demasiado en el banco. Debo conseguirlo cuanto antes.

-Claro-sonreí y me colgué de su brazo Alejandro rió y me guió hasta su enorme limusina negra.

 Me parece que de ahora en adelante Alejandro y yo vamos a ser graaandes amigos.

-¡¡RUBÍ!!-gritó alguien a nuestras espaldas justo cuándo iba a entrar a la limusina. Me mordí el labio inferior.

¿Quién demonios podría ser? Me giré y vi a Paolo con la respiración agitada, corriendo hacia mí.  ¡Qué incordio de chico! Me dan ganas de tirármele encima y pegarle el ostión de su vida. Pero no, debo, sosegarme, sonreír y contestar, cómo toda una señorita. No puedo joder mi imagen delante del hombre que me guiará hasta mi hermoso dinero.

Nunca Podrás ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora