Capítulo III: Paolo

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Capítulo III: Paolo.

Música comenzó a sonar a nuestro alrededor, tenía ganas de bailar, de moverme, de seducir a todos los tíos de este sitio, empezando por uno en concreto... ¡Paolo! Demasiado guapo para estar con una mosca muerta como Marzia. Él será mío pase lo que pase, nadie va a poder impedírmelo.

-Vaya, la música de este sitio no está nada mal-dije sonriendo. ¡Indirecta al canto!

-¿Quieres bailar?-me preguntó sonriente mientras tomaba mi mano.

-¡Eh, espera Paolo!-dijo Marzia tirando de él, alejándome de su lado. Error, no te pongas celosa sin motivo aparente, no agrada a los chicos... en fin... Resulta que la niñita es una principiante de quinta.

-¿Qué quieres Marzia?-preguntó Paolo alzando una ceja.

-Em, esto... ¿No me dijiste esta tarde que ibas a bailar conmigo? No deberías hacerlo con ella cuándo tienes una promesa pendiente-Marzia se cruzó de brazos molesta y Paolo bufó.

-Marzia, esto es... ¿Tanto te molesta que baile una canción con tu compañera de cuarto? Sólo es eso, bailar. Además no es la primera vez que tú bailas con mis amigos de forma sugerente y yo no te digo nada.

¡Ups! Una parejita discutiendo... que tierno... pero no pienso dejar que pasen de mí así cómo así, es decir, yo soy el motivo de la pelea y yo acabaré con ella.

-Esto... Paolo-dije en apenas un susurro, él se giró y me miró con media sonrisa, bajé la mirada-a mí me da igual, es más, ya me iba. Baila con Marzia, a fin de cuentas es tu novia. ¡Nos vemos!-dije dándome media vuelta y saliendo del bar bajo la atenta mirada de todos. Me pareció notar que alguien estaba mirándome, escondido detrás de un pared pero no le di importancia. Una vez fuera sonreí.

Uno, Dos, ¡Tres!

-¡¡Rubí!!-gritó Paolo corriendo hacia mí y poniéndose a mi lado. Sonreí aún más. ¡Lo sabía! Sabía que vendría, que dejaría a su novia en ese bar para venir a mi lado.

-P-paolo ¿qué pasa? ¿Por qué no estás con Marzia?-pregunté inocentemente.

-No podía dejarte ir de esa manera. Además cuándo Marzia se pone en ese plan prefiero dejarla sola, sino, acabamos discutiendo...-suspiró y me sonrió-Pero tú estás bien ¿no? Es decir, no te has ofendido ni nada... Marzia se ha pasado contigo...

-No tranquilo, estoy acostumbrada-bajé la mirada apesadumbrada.

Pasamos por el lado de un muro y me senté sobre él, tendiéndole la mano a Paolo para que se sentase a mi lado.

Me esforcé en pensar en algo que me haga llorar para que Paolo me consuele pero no me salía nada. Al final me decanté por mantener los ojos sin pestañear el máximo tiempo posible, siempre funciona.

Giré mi cara al lado opuesto de la posición de Paolo y, cuando al fin, lágrimas se deslizaban por mis mejillas comencé a sollozar en silencio.

-¡Eh, eh!-dijo Paolo posando uno de sus brazos sobre mis hombros-¿Qué te pasa?-me alzó el mentón con una de sus manos y acarició mi mejilla con delicadeza-Una preciosidad de chica como tú no debe llorar.

-Claro...-dije sonriendo tenuemente y apoyando mi cabeza en su pecho, Paolo me abrazó cariñosamente.

Pasaron varios minutos hasta que me "calmé" y pude dejar de llorar. Paolo estaba en silencio, consolándome sin palabras, simplemente apoyando un dolor inexistente para mí y desconocido para él.

-¿Te gustaría contarme por qué te has puesto así?-dijo de repente dejándome de piedra, sin saber qué decir. ¿Por qué no tergiversar la vida de los demás a mi antojo?

Nunca Podrás ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora