Venecia di Angelo.
Hotel Casino Lotus, Las Vegas.
15/06/2006.-Vennie, despierta.- dijo la voz de Annabeth.
Annabeth sacudió el cuerpo de Venecia a su lado para que ella despertará, a su izquierda tenía un paquete de galletas oreos abiertas y sus mochilas en caso de que necesitarán escapar pronto.
Pronto Venecia empezó a abrir sus ojos con lentitud, era la primera vez en días que había podido descansar bien, pero su mayor problema era el dolor de espalda que la venía molestando desde que se subieron a aquel camión.
Grover sacudía a Percy a su lado, logrando que despertara sobresaltado.
-El camión ha parado.- dijo Grover.- creemos que vendrán a ver a los animales.
-¡Escondanse! - susurro Annabeth.
Annabeth se colocó su gorra de invisibilidad y desapareció. Venecia se escondió detrás de una enorme caja al fondo y gracias a la oscuridad del camión no se lograba ver. Percy y Grover se escondieron detrás de unos sacos de comida.
Las puertas traseras chirriaron al abrirse. Y el calor se colo dentro.
-¡Que asco! - rezongo uno de los camioneros mientras sacudía la mano por delante de su fea nariz.- Ojalá transportaramos electrodomésticos.- subió y echó agua de una jarra en los platos de los animales.- ¿Tienes calor, chaval? - le pregunto al león, y le vacío el resto del cubo directamente en la cara.
El león rugió, indignado.
-Vale, vale, tranquilo.- dijo el hombre.
Venecia miraba al hombre con desprecio pero tenía el presentimiento de que el no podía mirarla en absoluto.
Se oyeron unos fuertes golpes a un lado del camión y el camionero grito:
-¿Que quieres, Eddie?
Una voz desde afuera, grito:
-¿Maurice? ¿Que dices?
-¿Para que das golpes?
Toc, toc, toc.
Desde fuera, Eddie gritó:-¿Que golpes?
El hombre, Maurice, puso los ojos en blanco y volvió fuera, maldiciendo a Eddie por ser tan imbécil.
Un segundo más tarde, Annabeth apareció al lado de Percy.
-Este negocio de transporte no puede ser legal.- dijo.
-No me digas.- contesto Grover. Se detuvo, como si estuviera escuchando.- ¡El león dice que estos tíos son contrabandistas de animales!
-¡Tenemos que liberarlos!- sugirió Grover.
Afuera, Eddie y Maurice aún seguían gritándose, pero todos sabían que volverían en cualquier momento para seguir atormentando a los animales. Percy empuño su espada y destrozó el cerrojo de la jaula de la cebra. El pobre animal salió corriendo. Se volvió hacia Percy y le hizo una pequeña reverencia con su cabeza.
Grover levantó las manos y le dijo algo a la cebra en idioma cabra, una especie de bendición.
Justo cuando Maurice volvía a meter la cabeza dentro para ver qué era aquel ruido, la cebra salto por encima de el y salió a la calle. Se oyeron gritos y bocinas. Los cuatro nos abalanzamos sobre las puertas del camión a tiempo de ver a la cebra galopar por un ancho bulevar lleno de hoteles, casinos y letreros de neón a cada lado. Acabábamos de soltar una cebra en Las Vegas.