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Kanroji soltó un chillido ensordecedor que juraba se podría escuchar hasta la finca mariposa.

Hanae escuchaba con atención a Mitsuri. Con la cena ya hecha y unos muchos platos vacíos, la mayor estaba emocionada contando cómo el pilar de la serpiente la había ido a visitar después de regresar de su misión.

Era suficiente para que Mitsuri no dejara de hablar de eso durante horas. De hecho, parecía que podría hablar de él eternamente, sin siquiera tomar un respiro.

La cazadora escuchaba anodada la forma en la que la mayor se expresaba de él, cada sonrojo que salía de ella, podía jurar que en algún punto sangraría corazones.

Después de un rato Mitsuri se calló repentinamente, estaba tan centrada hablando del pilar que a su parecer, Hanae podría ya estar harta o incómoda

—¡Kyaaaa! ¡Hanae, discúlpame por hablar tanto, juro que ya me callo!— tapó su rostro con ambas manos.

Hanae sin entender porqué repentinamente tomó esa actitud, comió su último bocado y miró confundida a la mayor.

—¿Qué?.

Mitsuri miró entre sus dedos.

—Discúlpame, sé que es estúpido.

La menor abrió los ojos con sorpresa.

—¡No, para nada!— soltó sus palillos y los dejó a un lado de su plato—. ¡Perdóname a mí!.

La contraria seguía con ambas manos cubriendo su rostro, estaba completamente apenada. Hanae estaba recogiendo los platos que utilizaron para evitar dejar un desastre.

—Además, no tienes porque hacer menos tus sentimientos, ¿sabes?— se levantó para recoger los utencilios que usaron para cenar—. Estás enamorada y es muy bonito que lo demuestres, te hace brillar.

Mitsuri casi se derrite con lo que Hanae le dijo, en verdad estaba enamorada. Retiró suavemente las manos de su rostro y le sonrió con ternura.

—Hanae— llamó la atención de la chica quien estaba limpiando la mesa—. ¿Alguna vez te has sentido así? ¿Enamorada?.

—No— Hanae miró al patio un poco pensativa—. Pero no lo veo urgente, llegará cuando tenga que llegar si es que tiene que llegar. Hay muchas cosas en las que me tengo que enfocar y el amor... no creo que sea una de ellas.

—Pero ya sabes que dicen, cuando menos lo esperes, ¡Pum!— hizo como si una bomba explotara en su cabeza—. Te va a golpear la cabeza y vas a estar enferma de amor.

Hanae simplemente rió. Tenía razón.

Llegaría cuando menos lo esperara, con la persona más inesperada.

Terminaron de limpiar todo y se quedaron un tiempo más, demasiado, pero de eso se trataba esa visita, quedarse despiertas hasta muy tarde disfrutando la compañía de la otra. Poco a poco cada una comenzaba a tener sueño y cada quién se fue a dormir.

A la mañana siguiente mientras Mitsuri preparaba sus famosos panqueques con miel, Hanae se sentó a meditar en el patio delantero. Anoche pudo dormir en paz por un rato, las frecuentes pesadillas que tiene respecto a la muerte de su hermana la atormentaron durante su sueño pero después pudo concebirlo nuevamente. Poco a poco se acostumbraba más a ellas pero aún así le afectaban como el primer día.

Su desayuno fue muy ameno, su conversación fluía por sí sola.

—Mmm— pasó un pedazo de la poca fruta que le quedaba—. ¿No se te antojan unos dangos Mitsuri?.

Sonrió mientras parpadeaba varias veces, quería que Mitsuri preparara sus exquisitos y famosos dangos. Mitsuri la miró y la entendió.

—¿Quieres que preparemos dangos?— preguntó Mitsuri exageradamente emocionada, ella amaba hacerlos, eran su especialidad—. ¡Estuve esperando este momento desde ayer! Si quieres tu ponte tu uniforme en lo que yo los preparo.

aishiteru | tanjiro kamadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora