¿Hartarme?

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Gabriel:
Su sola presencia me estaba desquiciando y cuando la tenía así de cerca como ahora perdía los papeles, era como si alguien fuera a venir y me la quitaran de las manos.
Y me la quitaron, hace muchísimo tiempo que me la quitaron de las manos.
No sé si fue por idiota o por miedo, y eso que yo siempre presumía de que todo me importaba una mierda.
¿Te importaba todo una mierda, Gabriel? ¡Que mentira! ¿No?
¡Que feo!
La llevé contra la pared e hice que me rodeara las caderas con sus piernas, esas piernas que echaba tanto de menos y que me pedían a gritos que se las acariciara hasta hartarme.
¿Hartarme? ¿Que coño es eso?
¡Jamás! Jamás me hartaba de tocarla, de acariciarla, de sentir su olor inundar mis fosas nasales. ¡Nunca! Así me maten, y así se interpongan el vecino y su perro, ¡nunca!
¡La quiero, joder! La quiero muchísimo y me la habían quitado de las manos.
Pero ¿por qué? Joder, sé que no soy la mejor persona del mundo, sé que no lo hago todo bien.
Pero, eso forma parte del ser humano ¿no? a ver si ahora todo el mundo es perfecto menos yo.
Siempre encuentran algo con que criticarme, siempre encuentran algo con lo que echarme la culpa a mí solito y eso es algo injusto, muy injusto.
Pero eso ahora mismo me daba igual, porque joder, la tenía conmigo, la tenía en mis manos.
¡Gabriel, que la tienes en tus manos!
Hazle saber que ningún hombre le hará lo mismo que tú le hacías, que jamás le harían gritar tu nombre como cuando lo hacia contigo.
Aún pegada contra la pared separé mi boca de la suya, y enterré mi mano derecha entre su pelo mientras que con la otra la tenía sujeta contra la pared.
Sus ojos azules rebosaban pasión, y esas pupilas que tanto me gustaban las tenía dilatadas.
Si, esa señal que me indicaba que yo la estaba afectando.
Una sonrisa se asomó por mi cara, y lejos de alejarse de mi no se apartó y sus ojos seguían mirándome los labios.
-¿Te gusta lo que ves, Pecas?
Nicole no me contestó pero ni aún así se alejó de mi, seguía pegada contra mi pecho y la pared.
-Venga, castaña, asúmelo.
Pero ella nada que me contestaba, y le dije:
-Eres mi Pecas y eso nadie lo va a cambiar, te lo prometo.
Y sus labios volvieron a hacer ese gesto que últimamente hacia que me volvía tan loco, pero loco de manicomio.
Mi sonrisa se ensanchó cada vez más y más, pero ella seguía sin reaccionar, no reaccionaba; mientras que yo proseguí:
-Eres una pucheritos, mi pucheritos. ¿Eh?
Mi sonrisa se iba ensanchando más y más, y vi que incluso asintió, aunque lo hizo ligeramente.
Parecía como hipnotizada, a lo mejor era yo que me estaba haciendo ilusiones.
Sus labios estaban hinchados a causa de mis besos y yo es que no podía más, y volví regarle besos por su boca, cuello y sus mejillas.
Cuando me separé de ella siguió sin contestarme, pero la gracia de todo es que cuando la besaba respondía a mis besos y me metía la lengua cuando yo atrapaba su boca.
-¡Mi amor! Porque eso eres, mi amor, aunque te duela.
Ella por fin me sonrió, por fin reaccionó y me soltó:
-¿Tu amor? Pero si el otro día le agradecias por ese desayuno de mierda que te hizo esa... señora, llamándola:
"mi amorcito"
Y pumm, la realidad volvió a golpearme de lleno contra mi cara.
-Veo que te ha afectado.
Lo siento.
Nicole asintió y yo seguía pegándola contra la pared, pero sabía que ella se separaría de mi.
-Quiero que te vayas, y quiero que nunca más vuelvas a mí casa.
¿Y si me la llevaba conmigo?
A donde fuera, no me importaba el lugar.
Solo el estar con ella me bastaba para ser feliz y para volver a sentirme yo, el viejo Gabriel.
El viejo Gabriel que luchaba por la mujer que amaba, el viejo Gabriel que no le importaba gritarle a los cuatro vientos quién era su amorcito, y el viejo Gabriel que antes era feliz; ese Gabriel que tanto me gustaba, que tanto nos gustaba y que ahora mismo había desaparecido.
Pero el caso es que ella también había desaparecido, ya no estaba esa mirada tan dulce que me gustaba tanto.
Aunque hoy sí que se la había visto, cuando me miraba sin apartar sus ojos de mi boca.
Pero sus ojos azules volvieron a enfriarse como el hielo en invierno, y volvió a apartarme de su lado.
Cuando le di la espalda para abrir la puerta y largarme Nicole me llamó:
-Gabriel.
Yo me di la vuelta y la miré a la cara, y le pregunté:
-¿Qué?
Y su respuesta me sorprendió más de lo que yo pensaba.
-Dame un beso.
Yo no me lo pensé más y me acerqué a ella hasta atrapar su boca como si nunca hubiera besado a alguien, la desesperación se estaba haciendo cada vez más y más latente.
Mis labios chupaban los suyos, y mi lengua se enredaba con la suya dispuesta a todo.
Mi mano fue directa a parar detrás de su nuca atrayéndola y pegándola de nuevo contra mí, si ella quería la luna yo se la bajaría sin pensármelo dos veces.
Y cuando se separó de mi, me dijo:
-Gracias.
Yo asentí, y antes de irme le di un beso en la frente.
-Adiós, pucheritos.
Y cerré la puerta, la cerré aún a sabiendas que tal vez ya no volvería a este departamento.
Cuando salí de aquél edificio me metí en un bar cercano, necesitaba beber.
¿Era buena idea? No lo sé, pero que le dieran a las responsabilidades y al saber estar.
Si yo quería beber, bebería y punto.
Al final de cuentas, ¿a quien le importaba? A mí y solamente a mí, porque es mi vida y yo decido que hacer con ella...
Una hora después estaba más borracho que una cuba, y mi cabeza solo gritaba "Nicole"
Estupendo, ¿y ahora qué?
¿Volver a su casa y hacerle el amor hasta el amanecer?
Buena idea, Guevara.
Mi móvil empezó a sonar como un loco, puto sonido de mierda. ¡Que se calle ya!
Y cuando lo saqué de mi bolsillo vi que era Ismael.
-¿Y bien?
-¿Y bien, qué? ¿Gabriel?
Solté un bufido, ¿ahora resulta que Ismael se creía mi padre?
-Gabriel, ¿donde coño estás?
Venga dímelo, que voy a buscarte.
Yo sin embargo, le pedí otra ronda al camarero que se negó en rotundo y me quitó el móvil...
-¡Hola, buenas! Soy el camarero, este bar se llama "Rocky" y se encuentra en el barrio Buenavista de Carabanchel.
Yo negaba con la cabeza, y cuando colgó y me devolvió el móvil, le dije al camarero:
-¿Por qué has hecho eso?
-Porque si, Gabriel.
Escúchame, eres un chico joven con toda la vida por delante, y un buen tío. No hagas estas cosas, y tranquilízate.
Yo asentí y el camarero me puso un café bien cargadito, y ahí que estuve haciendo tiempo hasta que House e Ismael llegaron a aquél bar.
-Gabriel, venga vámonos a casa.
Necesitas una ducha y dormir la mona, vamos.
House e Ismael me agarraron cada uno de un brazo y me sacaron de aquél bar, mientras que yo decía:
-Quiero a mí pucheritos.

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