Viajes innecesarios, según Gabriel

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GABRIEL:
Salgo a la calle y me prendo un cigarro, siento que la rabia me consume por dentro dejándome en la mierda.
Se iba, se iba y otra vez yo no podía hacer nada para evitarlo.
Siento que una mano me agarra del hombro haciendo que me dé la vuelta, y Nicole me mira esperando una respuesta.
Tiene el pelo suelto y se había cambiado de ropa, ahora llevaba un pantalón corto vaquero y un top negro dejándole el vientre al descubierto.
-Vi tu tatuaje.
De pronto, abandono mi coraje para adornar mi cara con una sonrisa.
-Me gusta, mucho.
Tiro el cigarro al suelo y con una mano la atraigo hacia a mí agarrándola de sus caderas, se las rodeo y pego mi frente con la suya.
-Asi que te gusta, ¿eh?
Ella asiente y me besa en la boca, me mete la lengua dejándome sin aliento y, finaliza el beso con un leve mordisco en mi labio inferior.
-¡Me encanta! Ya tenemos tatuajes a juego, ya solo nos falta que tú tengas unas cuantas pecas así como yo.
Yo sonrío sobre su boca, pero él estar así no borra el hecho de que se vuelva a ir.
-Te vas a volver a ir y me vas a volver a dejar solito.
Nicole asiente agachando la cabeza, y yo elevo su mentón para que me mire.
-Gabriel, las grabaciones terminaron en Chile pero no en otras localizaciones por diferentes países. Y es mi trabajo, amor, me tengo que ir.
El que me llame amor me desestabiliza el pulso provocando que le robe un beso, un beso fuerte y posesivo para hacerle entender que ella es completamente mía.
-Eres mía, Nicole Wallace, solamente mía.
Ella asiente, se aprieta contra mi sintiendo mi erección contra su vientre.
-Joder, no hace ni dos horas que hemos echado un polvo ¿y ya estás así?
Yo la aprieto aún más contra a mí con cuidado de no hacerle daño, y le suelto:
-Nadie me pone como tú, nena, nadie.
Nicole me pone la mano detrás de la nuca y me atrae hacia su boca, y terminamos chocando contra la pared de la calle.
Sus manos me acarician por todas partes, mientras que yo me las arreglo para subirla encima de mí...
Mis manos viajan por su culo amasando sus dulces nalgas, mientras que le chupeteo el cuello.
De pronto, oímos como carraspean detrás de nosotros obligándonos a separarnos.
Nicole se baja de encima de mi tratando de arreglarse la ropa, mientras que yo miro al Greco totalmente tranquilo, me la suda lo que piense.
-Nicole, aquí tienes tu dinero.
Nicole lo mira muerta de la vergüenza y yo solo quiero reírme, ella se da cuenta y me dedica una mirada asesina.
El Greco nos mira a los dos de una manera divertida, y Nicole rechaza el dinero.
-No quiero ese dinero, realmente lo hice por Gabriel. Así que, no lo necesito.
El Greco niega con la cabeza, e insiste en que Nicole tome el dinero.
-Nicole, este dinero es tuyo.
El Greco pone el dinero en mis manos, se da la vuelta y entra de nuevo en el ring.
-No lo quiero, Gabriel.
Es dinero malo, no lo quiero.
Yo asiento, sabía que Nicole no aceptaría este dinero.
-Pero algo tendrás que hacer con él.
-¿Y si lo dono? Yo que sé, a un hospital o algo.
Yo sonrío ante su idea.
-Me parece muy bien, Pecas...
Nicole me sonríe y me da la mano, y me suelta:
-En tu casa o en la mía...
Yo me echo a reír mirándola a los ojos, y le contesto:
-En la mía, quiero presentarte a alguien.
Entramos dentro del ring, Mario mira mal a Nicole cosa que me cabrea y me hace querer ir y partirle la cara.
Nicole me hace un gesto para que sepa que iba a recoger sus cosas, y Mario no para de seguirle la pista por lo que me obliga a ir a por él.
Cuando ve que me acerco endereza los hombros, no le gusta mi cercanía porque sabe a lo que se está enfrentando.
-¿Algún problema, Guevara?
Yo lo miro encendiéndome un cigarro, y él intenta ponerse todo lo derecho que puede para demostrarme lo alto que es, como si eso me importara.
-No lo sé dímelo tú, ¿tienes algún problema con mi mujer?
Él me mira sorprendido, y me pregunta:
-¿Tu mujer?
-¡Mi mujer! — reitero para que le quede claro.
-Ella hizo trampas.
Yo sonrío de lado con ironía, obviamente Nicole no hizo ninguna trampa, que la armario de su novia no supiera defenderse ese no era el problema de nadie.
-Tu novia la armario es una perdedora al igual que tú, así que cógetela y llévatela de aquí porque ella perdió.
Mario no se calla, al revés, me contraataca:
-Tu mujer es preciosa y está muy buena, y para nada parece un armario como la mía, pero no es lo suficientemente fuerte para ganarle la pelea.
Yo me echo a reír, tiro el cigarro y lo engancho de las solapas de su camiseta, y hablándole contra su cara le suelto:
-Tú eres un mierda y un acosador de mujeres, y por eso te partí la cara. Así que no busques que te la vuelva a partir, lárgate de aquí y ahorrame el trabajo de mandarte derechito al quirófano.
Lo suelto y se baja del ring, coge a su novia y se larga de allí como yo le había pedido.
Nicole me mira y me indica que ya ha recogido sus cosas, le hago un gesto para que se acerque a mí para irnos juntos.
Ella me sigue mientras que yo entrelazo mis manos con las suyas, hago que entre en mi coche y me la llevo conmigo para mí casa.
Una vez dentro Ketta se viene sobre mi, y yo me agacho para cogerla en brazos...
Nicole sonríe al ver a Ketta, y aunque tiene algo de alergia a los gatos ella la coge encantada.
-¡Holaaaa, Ketta!
Ketta empieza a olisquearle la ropa, y cuando entra en confianza deja que Nicole la toque y la dé suaves besitos.
Y ahí caigo en la cuenta de que Ketta cada vez que Mariana se le acercaba o trataba de acariciarla, mi gata la arañaba o la terminaba mordiendo.
-Eres muy linda, Ketta.
Ketta ronronea y se le queda dormida en los brazos, Nicole me mira sonriendo y es incapaz de soltar a la gata.
-Parece que le gusto a Ketta.
Yo la acerco a mí haciendo que nuestros alientos colisionen, y le digo:
-Dicen por ahí que toda mascota se parecen a sus dueños, y parece ser que es verdad.
Ella me sonríe y deja a la gatita encima del sofá, se viene sobre mi agarrándome de la cara:
-Hazme el amor, no quiero follar, quiero que me hagas el amor.
Alzo mi mano hacia su cuello y la atraigo hacia a mí, atrapo su boca en un posesivo beso y no la suelto.
Poco a poco la voy acercando aún más al sofá, mientras que me voy deshaciendo de su ropa.
La tumbo de espaldas y yo me voy sobre ella, sus piernas me rodean la espalda y mi boca va a parar hacia su cuello.
Mi lengua no deja de lamer el sudor que se reunió allí, necesitaba saborear la sal que desprendía su calor.
Vuelvo a su boca aspirando su aliento, atrapo su labio inferior e introduzco mi lengua en ella saboreándola como un desesperado.
La abro aún más de piernas y me sumerjo dentro de ella haciéndola soltar un pequeño grito, mis manos se entrelazan con las suyas; y sin dejar de mirarla, arremeto contra ella poniéndola a gemir suavemente contra mi oído...
Mi lengua no deja de chupetear su cuello.
Alzo nuestras manos entrelazadas por encima de su cabeza, y arremeto aún más fuerte sin poderme controlar las ganas de follarmela duro, fuerte, pero mi chica no me había pedido eso, me había pedido que le hiciera el amor.
Se da la vuelta y pone sus manos en mi pecho, para después agacharse hacia mi cuello y empezar a regar suaves besitos.
Mis manos van a parar hacia sus caderas dándole impulso para que se mueva, mis brazos le abrazan la cintura sin dejar de moverse, hasta que nos empezamos a correr mientras que ella aplaca sus gritos con la boca contra mi cuello.
-¡Joder!
Escucho como ella dice esa palabra mientras que yo la miro embelesado, en verdad que me vuelve loco.
Se queda dormida sobre mi pecho hasta el siguiente día, escucho su respiración acompasada con la mía y me quedo dormido acariciándole el pelo.
El día no había hecho más que empezar que ya estaba amargado, veo como ella se levanta con toda la prisa del mundo, se mete en mi baño y escucho como se enjuaga la boca con elixir bucal.
Sale, se viene sobre mi y me come la boca como una desesperada.
Después, se recoge el pelo en una coleta e intenta irse pero yo no la dejo.
-¿Ya te vas?
Ella me mira enarcando una ceja, pregunta estúpida a primera hora de la mañana.
-Claro, hoy me tengo que ir para Venecia y si sigo aquí contigo no me dará tiempo...
Yo asiento, la punzada de dolor amenazaba con destrozarme el pecho.
-Claro, olvidaba que para ti el trabajo es más importante que yo.
Nicole resopla, me mira con ganas de tirarme a una cueva llena de serpientes, y me suelta:
-Tú y yo no somos más que un polvo, te lo dije y te lo repito, Gabriel; no estamos para una relación...
Yo me paso las manos por el pelo, y suelto todo el aire que me cabe en los pulmones.
-No seas tan niñata, Nicole, por favor.
Nicole mira la pantalla de su móvil fijándose en la hora, y el coraje me puede:
-¿Sabes qué? Tienes razón, no somos más que un polvo.
Nicole se da la vuelta y abre la puerta, y cuando pienso que se va a ir se viene sobre mi atrapando mi boca dándome suaves mordisquitos.
Yo la agarro fuerte contra mi, no quiero soltarla porque la quiero completamente para mí.
Cuando se separa de mi boca agarra mi cara con sus manos, y me suelta:
-¡Te amo mucho, Guevara! Aunque no te lo creas, pero para salir adelante primero tenemos que sanar, ¿por qué lo ves? Siempre salimos a malas.
Yo le devuelvo el gesto agarrándole también de la cara, y mirando sus morritos le digo:
-Espero que no me traigas ningún recuerdo de Venecia, no los digiero bien.
Ella se echa a reír, y con mi pulgar le limpio una lágrima que se le escapa por la cara.
-¿Vas a ser bueno?
-Depende...
Ella me da un golpecito en el hombro, Ketta se levanta y se acerca a ella.
Nicole se agacha y coge a la gata estampándole un beso sobre la cabecita, me la entrega y dándome un último beso se marcha de mi casa sin mirar atrás.

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