Temprano en la mañana, el secretario de Judge, Caesar, le mandó el horario de Sanji. Para mala suerte de Zoro, parecía que a ese condenado le gustaba madrugar. Así que se vistió a toda prisa con el uniforme de su agencia (una camiseta negra estirable y un jogger del mismo color) y se armó con una colt. Ni siquiera desayunó, y mucho peor le dio tiempo de despedirse de Kuina, todo porque debía llegar a tiempo si no quería que lo despidieran el primer día.
Subió a su viejo auto y aceleró hasta la dirección en la que se supone debía aparecer Sanji Vinsmoke en media hora.
Menos mal, no estaba muy lejos de su destino, así que llegó con cinco minutos de anticipación. El lugar era un edificio pequeño y viejo que funcionaba como una empresa de servicio de reparación de tecnología. Le costaba imaginar en qué trabajaría allí uno de los herederos de Judge.
Esperó en la entrada por poco tiempo cuando vio aparecer una auto negro claramente blindado. Cuanto más se acercaba el auto, se hacían más visibles las marcas de balas en la carrocería. Kuina tenía toda la razón cuando le dijo anoche que rezara para tener un buen primer día. Debió hacerle caso, porque aunque no lo sabía aún, ese día sería el principio del fin.
El auto aparcó frente a él y de la puerta del copiloto salió un hombre trajeado que fue directo a abrir la puerta trasera. De allí salió Sanji Vinsmoke.
Debido a su trabajo como guardaespaldas de las figuras más poderosas del país, estuvo en lugares cuestionables en los que no faltaban las mujeres y hombres hermosos. Estaba acostumbrado a ver a prostitutas restregarse contra sus clientes como si estuvieran en celo, vio espectáculos eróticos que harían sonrojar hasta el mismo diablo, fue testigo de los fetiches más extraños y aun así, jamás perdió la profesionalidad. Mantuvo la compostura y su cara de poker.
Ningún rostro bonito podría inmutarle lo más mínimo. Así que cuando vio entrar a Sanji Vinsmoke, nada en él se movió por fuera ¿Por dentro? Admitía que el chico era realmente atractivo. Rubio, alto, ojos azules, Para ser honestos, la televisión no le hacía justicia. Se veía mucho más bonito en la vida real.
El susodicho caminó unos pocos pasos en su dirección, y mirándolo, lo cuestionó en silencio.
– Buenos días, soy Roronoa Zoro, a partir de hoy seré su guardaespaldas personal. – Dijo en voz alta. El rubio lo miró de arriba a abajo y asintió con la cabeza sin decir nada.
Bonito por fuera, un asco por dentro. No le sorprendió que el malcriado fuera exactamente como su padre. Sanji caminó hacia dentro del edificio, seguido por Zoro a escasos tres pasos.
Se fijó en el trasero del rubio. No por decisión propia, fue inevitable cuando notó que el pantalón de traje del rubio tenía una extraña mancha blanca justo en una de sus nalgas. Para ser tan elegante y adinerado, parecía algo descuidado. Quiso poner atención a cualquier otra cosa, pero fue difícil hacerlo ahora que se dio cuenta.
La mancha blanca le recordaba a algo conocido, pero no sabía a qué. Las caderas del rubio se balancearon de un lado a otro, sin darse cuenta estaba hipnotizado no solo con la mancha si no ahora con el movimiento. Bien, el idiota tenía un bonito trasero. Apartó la mirada. Él definitivamente no debería tener ese tipo de pensamientos nada más ver al tipo que debía proteger.
Sobre todo por que era heterosexual y tenía novia. Bueno, no. Hiyori no era del todo su novia, pero lo sería pronto. Ella había insistido por meses, explicándole que pasar de mejores amigos a pareja era algo natural y que con la edad que tenían era mejor ir formalizando. Zoro no entendía qué tenía que ver lo uno con lo otro, pero para ser sinceros, no le gustaba nadie y dudaba que algún día pasara, así que no encontró razones para rechazar la propuesta de Hiyori.
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Guardián del peligro (ZoSan +18 )
RandomZoro fue catalogado como uno de los mejores guardaespaldas de su agencia. Por lo mismo, siempre lo buscaban para trabajos peligrosos que terminaban por dejarlo exhausto. Aún así, aceptó cada uno de los encargos con tal de conseguir dinero y sacar ad...