Capítulo 14

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Cuando Sanji despertó en la mañana lo primero en lo que pensó fue en Zoro. En su mirada gélida y en sus duras palabras.

Por ello, su humor quedó empañado por el resto del día. Se puso de tan mal humor que de repente no quiso que nadie estuviera cerca, por lo que echó a todo el personal de su casa y se encerró en su despacho. Si se sumergía en los documentos que Usopp le pidió que revisara, tal vez podría dejar a un lado a Zoro. Además, tenía mucho trabajo atrasado. Se puso manos a la obra. Sin embargo, pasado el mediodía, escuchó un ruido proveniente de afuera.

Sanji era un hombre adulto que había visto cosas horribles, por dios, que había hecho cosas horribles, y aún así, la fobia que tenía al peligro era increíblemente fuerte. Lo notó justo después de la primera vez que lo secuestraron. Las imágenes de lo que vivió todavía lo perseguían: el frío de la celda, la oscuridad opresiva, y el hambre que lo debilitaba. Estuvo solo todo el tiempo, sin esperanza de rescate, ya que su padre no pretendía negociar con el enemigo. Su única opción fue escapar por sus propios medios. Recordaba la sensación del cuchillo en sus manos, sus dedos pequeños y temblorosos aferrándose al mango con desesperación. Asesinó a sus captores, un acto de pura supervivencia que lo marcó profundamente.

Tras su escape, Sanji había vuelto a casa, herido y exhausto, arrastrándose hasta la puerta. Su padre lo recibió con un simple "bien hecho", sin una pizca de emoción. No hubo palabras de consuelo ni un abrazo que lo reconfortara. Para entonces, su madre ya no vivía, dejándolo con esa fría aprobación de su progenitor que le dejó claro que estaba solo en el mundo, que no podía depender de nadie más.

Desde entonces, el peligro le resultaba aterrador, no por la amenaza física en sí, sino por la certeza de que si algo salía mal, no habría nadie quien lo ayudara. La soledad de aquel entonces aún resonaba en su corazón, un eco constante que lo mantenía en guardia.

Después de aquello, cada vez que estuvo en problemas, supo salir de la situación por sí mismo. Sin embargo, hoy estaba más sensible de lo normal, por lo que se encontró demasiado asustado como para ir enfrentar lo que fuera que hiciera el ruido.

Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había mandado un mensaje a su guardaespaldas. Trató de que su desesperación no se notara, persuadiéndolo como si fuera una orden y no una señal de auxilio. Fingió ser caprichoso, (por supuesto no había apagado el sistema de seguridad) para que Zoro no descubriera que no era tan fuerte como aparentaba. No podía permitirse mostrar debilidad, por lo que cuando escuchó al peliverde acercarse a su despacho, respiró hondo y trató de calmar el temblor en sus manos.

Cuando lo vio, Sanji sintió un inesperado alivio. Por más malhumorado y gruñón que fuera Zoro, su presencia le proporcionaba una sensación de seguridad que rara vez admitía necesitar. Es por eso que fue al primero al que llamó, incluso dejando su pequeña pelea de lado, ya que estaba seguro de que iría.

Y luego supo que fue Carrot la culpable del sonido y el peso en su pecho se esfumó.

Habría despachado de inmediato a Zoro, pero se giró y lo vio allí, cruzando los brazos sobre el pecho y con una rara mirada en los ojos. No quería que se fuera, con él a su lado la atmósfera se sentía diferente, más ligera.

Justo entonces, sintió que no solo había agradecimiento por la protección que este le brindaba, si no un sentimiento de acompañamiento. A pesar de sus constantes peleas y discusiones, había una camaradería pactada (por dinero) entre ellos. La presencia de Zoro, aunque silenciosa, era reconfortante. Además, las peleas con Zoro, sus intercambios sarcásticos, le daban una chispa de emoción a sus días. Justo lo que necesitaba para olvidarse de los malos recuerdos.

Guardián del peligro (ZoSan +18 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora