Capítulo 25

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Sanji estaba atado a una silla en un cuarto oscuro, su cuerpo cubierto de moretones y cortes. Había perdido la noción del tiempo, cada segundo estirándose interminablemente mientras los golpes y las amenazas de los matones de Niji se acumulaban. El dolor era constante, una marea que subía y bajaba, pero nunca desaparecía del todo. La habitación estaba en silencio ahora, salvo por el sonido de su respiración entrecortada y la resonancia del goteo del agua en alguna parte lejana. Estaba al borde del desmayo, sus pensamientos eran un torbellino desordenado de recuerdos y dolor, cuando de repente sintió un chorro de agua fría en la cara. Tosiendo y jadeando, abrió los ojos para encontrarse con la mirada implacable de uno de los secuaces de Niji, que sostenía un balde vacío.

— No te duermas. — amenazó el hombre a la vez que lo sujetaba del cabello para que levantara el rostro.

— Vamos, Sanji. No tiene por qué ser así de difícil. —dijo Niji, acercándose con una sonrisa cruel en los labios. Su voz era suave, casi amistosa, pero sus palabras eran como veneno — Solo firma el documento de traspaso de propiedad y esto se acabará.

Sanji levantó la cabeza lentamente, su vista desenfocada por el dolor y el cansancio. Sus labios agrietados se curvaron en una mueca de desdén.

— Vete a la mierda. — No podía ceder, no después de todo lo que había soportado, no después de todo lo que estaba en juego. — Quiero verlo, tráelo.

El peli-azul soltó una risa baja, negando con la cabeza. Hizo un gesto a uno de sus hombres, quien asintió y salió de la habitación. Sanji sintió un nudo de aprensión formarse en su estómago.

Tenía un plan, uno no demasiado bueno pero era lo que había. Aún tenía fe en que Ichiji llegará a ayudarlo, aunque el pasar de las horas le hubiera dicho lo contrario. Igual, esperaba que llegara, así que tenía que hacer tiempo. Podía soportar un poco de dolor, no era para tanto. Lo que si necesitaba era ver que Zoro estuviera bien.

— Sabes, cuando estuve en tu despacho, no pude conseguir nada valioso. Lamentable, realmente. — continuó Niji, su voz llena de una falsa simpatía — Sólo confirmé lo que tenías, pero justo cuando estaba yéndome, me dije... ¿por qué no pongo un micrófono? Y lo hice, y resulta que descubrí algo muy interesante sobre ti. Tu debilidad.

Sanji se tensó, tratando de mantener su expresión neutral a pesar del miedo creciente en su pecho. Niji se inclinó hacia él, su sonrisa se ensanchó hasta convertirse en una mueca sádica.

— Parece que te importa mucho ese guardaespaldas tuyo. —dijo, disfrutando visiblemente de la reacción de Sanji — Por cómo pasabas tiempo con él, al principio pensé que eran amigos. Luego, escuché como abrías tu corazón y le contabas nuestra trágica vida familiar. Fue curioso, ¿no te enseñó nada nuestro querido padre sobre cómo el amor es una debilidad?

El rubio apretó los dientes, sintiendo una ola de furia y desesperación inundarlo. Mierda, fue demasiado descuidado. Sabía que no podía acercarse a nadie y aun así continuó tonteando con Zoro como si fueran adolescentes. Fue su culpa que ahora el peliverde estuviera metido en este lío.

La puerta se abrió de nuevo, y el secuaz regresó arrastrando a Zoro, quien estaba visiblemente inconsciente. Sanji sintió como si un puño de hielo le apretara el corazón. ¿Qué le hicieron? Sanji intentó moverse, pero las cuerdas lo mantuvieron firme.

— ¿Qué le pasó? — preguntó. Recorrió al peliverde con la mirada, buscando heridas a la vista.

— Solo lo sedamos. Este imbécil casi nos mata. — Habló uno de los hombres detrás de Niji. Sanji lo miró con enojo, pero al observarlo, encontró con alivio que sus palabras debían ser ciertas, ya que tanto él como el otro hombre que trajo a Zoro, estaban completamente magullados de pies a cabeza.

Guardián del peligro (ZoSan +18 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora