— Necesitamos hablar con el rey — dijo el anciano Humberto. El hombre había solicitado una reunión junto con los ancianos y la corona real. Así que Pedro y Humberto se dirigieron al palacio en busca del soberano, el rey llevaba seis días sin responder a la carta de solicitud.
— ¿Por qué impiden nuestro paso? — preguntó Pedro con curiosidad — Escudero Alonzo, Sabe bien que nuestra tarea es velar por el bienestar del soberano, no pretendemos perjudicarle — terminó por decir en defensa de su compañero, quien era retenido por dos guardias reales.
— El rey no está en posición de recibir a nadie — respondió con voz firme aquel hombre — Tengo órdenes para no dejar ingresar a cualquier empleado.
— No somos empleados — replicó Humberto — Somos mano derecha del rey; prácticamente tenemos poder sobre cualquiera de vosotros, somos hombres de ley, y lo que están haciendo va en contra del reglamento. Si no quieren morir en las garras del tigre de Atlas entonces dejadme ir.
— Lo siento. Pero la única manera en que podemos soltarle, anciano Humberto, es que prometa marcharse después de que los guardias lo suelten.
— Olvide eso; yo no me iré mientras el soberano no me reciba.
— Pues entonces permanecerá cautivo hasta que ese momento llegue. Posiblemente usted muera adentro de esa celda en el calabozo subterráneo — dijo encogiéndose de hombros — El rey no tiene ánimos ni de alimentarse, menos hablara con uno de ustedes que solo problemas traen a él.
— ¿Problemas?, ¿qué problemas traemos ante el soberano? — preguntó Pedro con indignación — Los problemas que presentamos ante él son del pueblo, ¡su pueblo!, nosotros siempre hemos tenido cuidado como los maestros de ley que somos, de nuestra parte jamás hemos molestado al rey con asuntos personales — declaró — Es su deber real resolver los problemas de los habitantes de Luminis, no es si gusta hacerlo, simplemente tiene que hacerlo. Nosotros somos portadores del pueblo a la corona y viceversa, nuestro trabajo consiste en aconsejar, he ahí el porqué de nuestro nombre.
— Aún así esa clase de conflictos solo hacen mal al rey, está débil a causa de haber perdido a la reina y a sus hijas. Más problemas solo acabarán con el.
— Tampoco es culpa nuestra — replicó el anciano Humberto — Como mi hermano lo ha dicho, el soberano tiene que resolver los conflictos del reino. Si no es él, entonces nadie lo hará.
— Escudero — le llamo Pedro para captar la atención de aquel hombre y hacer que este entrara en razón — Entienda la posición en la que estamos. El reino muere de hambre; tienen sed, han vendido sus terrenos, sus propiedades y su ganado, si los soberanos no hacen nada moriremos de hambre todos nosotros.
— ¿Vendieron las pertenencias del reino? — preguntó Alonzo con asombro — No lo sabía...
— ¡Por su puesto que no! — exclamó Humberto irónicamente — ¿Cómo iba usted a saberlo? Vive, duerme y come bajo el techo del soberano. Tantas son las comodidades que no sabe ni en lo más mínimo de lo que sucede allá afuera — dijo acusadoramente.
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Vestigios Nocturnos: (EN EDICIÓN)
Ficção AdolescenteEn los majestuosos terrenos del "Luminis Imperium", donde la autoridad del Rey Magnus IV se extiende, florece la historia de Isabella Munoz III. Su padre, el rey, anhela un matrimonio que fortalezca la historia de su linaje. En el reino vecino de "R...