Tras la misión fallida, mi madre comenzó a pasar las noches reunida en el ayuntamiento. Al parecer no fueron animales salvajes, sino hombres, hombres conocidos, la antigua tripulación de la nave que se estrelló. Era cierto, seguían vivos, más que nunca y tenían un objetivo, acabar con La Resistencia.
La existencia de los supervivientes, finalmente llegó a oídos de todos. La ciudad susurraba a espaldas de mi madre, podía oírlo, podía sentirlo. Una traición podía verse venir en cualquier momento y mi madre no pudo más con la presión.
—¿Mamá?
Escuché a mi madre llorar en su habitación. Se había cerrado la puerta, pero el apartamento no era tan grande como para no escucharla.
—Mamá.
Me senté a su lado, encima de la cama y la arropé con mis brazos. Era la segunda vez en toda mi vida que mi madre se quitaba la coraza completamente y se abría a mí. La primera fue cuando se separó de mi padre, prometió no volver a llorar nunca, siempre me regañaba por aguantar mis lágrimas, pero no se daba cuenta de que éramos tal para cual. Ambas reprimíamos nuestros sentimientos para aparentar fortaleza, cuando la mayor fortaleza se encontraba en ellos.
—No puedo más... —confesó entre lágrimas.
Se tumbó lentamente dejando su cabeza sobre mis muslos.
No se me ocurría nada. Normalmente siempre encontraba alguna idea ingeniosa para ayudar a los demás, pero esta vez no se me ocurría nada. Tenía el cerebro frito, el gran cerebro de los Thorne me estaba fallando en el peor momento, en el momento que mi madre más me necesitaba.
Al cabo de unos minutos, arropé a mi madre con sus sabanas color crema y dejé que se durmiera profundamente después de tomarse unos tranquilizantes que le había recetado el médico. Si seguía con ese ritmo acabaría colapsando, era demasiada presión para una sola persona.
Esa misma noche me escabullí al distrito de los soldados. Allí me esperaba Leo y sus inconfundibles rizos negros juguetones. Iba vestido de negro y con una chaqueta de polipiel del mismo color.
—Pensaba que no llegarías —dijo al verme aparcando la moto y quitándome el casco.
Todavía me ponía nerviosa al recordar el ridículo de unos días atrás cuando le abracé delante de todo el ayuntamiento y hui sin decir palabra. Leo no se lo tomó mal, es más, me agradeció mi preocupación tras aquello.
En cuanto ambos estuvimos listos, subimos al apartamento de Emma y Nathan. Necesitaba contarles sobre el estado de mi madre. Si había alguna posibilidad de ayudarla ellos se habían ofrecido. Su apartamento era un lugar seguro para hablar del tema fuera de ciudadanos chismosos que podrían deambular por las calles, a pesar de ser de noche, muchos ciudadanos habían comenzado a protestar por las calles y habían tenido que aumentar la vigilancia de la ciudad por culpa de diversos altercados contra el ayuntamiento.
— Vamos nosotros —propuso Emma decidida.
Ella había ansiado una aventura desde hacia mucho tiempo, pero era peligroso.
—Tal vez sea la única opción, que mejor que nosotros para encontrar el Zephyr —propuso Nathan—. Al fin y al cabo la mayoría de La Resistencia a vivido generaciones fuera de Cassiopeia y nos sabemos los rincones y peligros que acechan tras la gran montaña.
Era cierto, ¿quién si no ellos para liderar una misión? Ellos sabían a la legua los mapas de los alrededores de la ciudad. No era mala idea.
—Ya sabéis como fue la última misión, hay que ir con cuidado —dijo Leo con preocupación.
—Es peligroso —añadí.
—Lo es, nadie lo niega, pero hay que salir allí fuera. Y si no lo encuentran ellos lo encontraré yo misma.
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CASSIOPEIA CIUDAD DE CRISTAL Parte 2 -COMPLETA-
Science FictionTras la última guerra por el poder, muchas cosas han cambiado en la ciudad de Cassiopeia. Grace Thorne, hija de la nueva líder de la ciudad, descubre que sin el elixir que los mantenía sanos, muchas personas a su alrededor están enfermando y mucho...