Capítulo 3

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En cuanto llegué al apartamento busqué a mi madre, pero tal y como había predicho, no estaba en casa. Me quité las botas y desabotoné uno a uno los botones de mi camisa antes de entrar en la ducha por segunda vez en día. Un buen chorro de agua caliente cayó sobre mi piel reconfortándome tal y como necesitaba. Acto seguido, salí, me vestí con mi pijama de franela azul cielo y me tomé un par de píldoras llenas de vitaminas que por ahora servían tras la ausencia del elixir para mantenernos sanos. Miré mi dispositivo móvil por si tenía alguna llamada, pero nada. Nadie se había acordado de mí, ni siquiera Gideon. ¿Qué le habría mantenido tan ocupado como para no recibir su llamada de media noche como hacía todos los días? Al final decidí marcar su número y llamarle yo misma. Sin respuesta. Llamé a Helena, ella seguro que me contestaría, siempre lo hacía. Tampoco obtuve respuesta. Me tumbé en la cama bocarriba pensando en el por qué de tanto secretismo y silencio. Terminé por dormirme, ni siquiera escuché cuando las puertas del ascensor se abrieron y llegó mi madre, hasta que una fuerte tos me despertó.

—¿Mamá? ¿Estás bien? —pregunté en cuanto salté de la cama dirección al cuarto de mi madre.

Ella se encontraba de rodillas al lado de su cama con un pañuelo en la boca. Me acerqué a ella con cuidado, no paraba de toser así que acaricié su espalda hasta que los violentos movimientos que hacía con el cuerpo cesaron.

—Tranquila, estoy bien —dijo con un hilo de voz.

Observé el pañuelo que tenía en la mano, estaba lleno de sangre, la misma que brotaba de su nariz y boca. Mi madre, al darse cuenta de esto, se limpió rápidamente para no preocuparme.

—Mamá, no estás bien. Deberíamos ir al hospital para que te vean —sugerí preocupada.

—Solo estoy cansada, ha sido un día muy largo, necesito dormir.

Se levantó del suelo y se metió en la cama con mi ayuda.

—Prométeme que me avisaras si mañana sigues encontrándote así.

—Te lo prometo, cielo —dijo acariciando una de mis mejillas—. Ahora ve y descansa un poco, es tarde.

Me acerqué a su frente y le di un beso de buenas noches antes de dejar su habitación. En cuanto llegué a mi cuarto, agarré mi portátil y comencé a buscar diferentes enfermedades en las cuales tosieras y escupieras sangre. Todo lo que encontré fueron enfermedades antiguas que fueron erradicadas cientos de años atrás. Tal vez solo estuviera cansada, llevábamos muchos meses sin recibir nuestra dosis del elixir que nos mantenía sanos y esas píldoras hacían más bien poco, tal vez Gideon tenía razón y lo necesitábamos para sobrevivir y La Resistencia nos había condenado a la muerte con sus nuevas normas. Eramos nosotros o ellos. No podía dejar que eso le pasase a mi ciudad, ni a mis seres queridos. Si eso fuera cierto, Cassiopeia había firmado su sentencia de muerte al consentir el nuevo acuerdo con los terráqueos meses atrás.

A la mañana siguiente me levanté y por un momento dejé de acordarme de todo lo que me había atormentado la noche anterior, pero en cuanto miré mi móvil volví a la cruda realidad de golpe. Tenía varias llamadas perdidas de Helena y de Gideon. Este último, finalmente, me había dejado un mensaje:

"He encontrado algo muy grande, es importante, llámame cuando veas esto, te quiero"

¿Qué era tan importante? Miré la hora de las llamadas, habían sido en plena madrugada. ¿Ambos habían estado despiertos sobre la misma hora de madrugada? Todo aquello se me hizo raro, pero me dispuse a desayunar antes de hacer cualquier otra cosa.

Me acerqué a mi armario, agarré un vestido ceñido color crema, mis zapatillas blancas de tela y una chaqueta del mismo color ya que empezaba a hacer frío fuera. Finalmente salí de casa con el portátil en el bolso como siempre y llamé a Gideon desde mi auricular mientras bajaba por el ascensor.

CASSIOPEIA CIUDAD DE CRISTAL Parte 2  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora