Capítulo 23

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Tras exclamar el nombre mi padre delante de los drones, estos cambiaron el color rojo de sus ojos por uno azul intenso y su nivel de gravitación bajó hasta nuestra posición. Mis mascotas dóciles. Sonreí maliciosamente.

—¿Qué coño acabas de hacer? —preguntó Leo aún sin creer como había domado a los drones que habían estado apunto de hacernos papilla.

—Llevo años trabajando con ellos. Este es un programa de voz que instalé en sus servidores antes del incendio —respondí.

No me fiaba de nadie, y bien que hacía. Aún recuerdo esa tarde antes del incendio provocado en nuestro apartamento. Llevaba semanas jugando con este programa de voz, pero fue esa tarde cuando me decidí. Accedí a los servidores e instalé el programa. Encripté el programa en el fichero para que ninguno de mis compañeros de laboratorio se percatara y lo dejé allí por si acaso las cosas empeoraban. Y tanto que lo hicieron, pero no pensaba que lo utilizaría tan pronto.

—Vaya, eres más que una cara bonita, cerebrito —dijo Leo divertido apodándome con aquel cariñoso mote.

—Algo así —respondí orgullosa de que mi programa funcionara a la perfección.

En ese momento no sabía que mi padre seguía vivo, pero elegí su nombre como clave por pura casualidad. Aquella tarde mientras pensaba en como ponerlo a funcionar, su nombre atravesó mi cabeza. Y no podría estar más orgullosa de haber escogido ese nombre, y más después de dar su vida por nosotros. Mi padre nos había vuelto a salvar.

—Eres asombrosa.

Su mirada cálida me repasaba de arriba a bajo. Sentí como el calor subía a mis mejillas tras su cumplido. Me volteé para que no se diera cuenta.

—Vamos —dijo encajonándome entre el tronco de un árbol y su cuerpo —No me digas que ahora te da vergüenza.

Su sonrisa seductora derretía mis huesos. Tenía uno de sus musculosos brazos aguantando el árbol, solo me quedaba una salida al otro lado, pero cuando quise girar la cabeza me agarró la barbilla con su mano libre.

—Me confundí cuando te conocí —susurró frente a mí.

Los drones nos seguían mirando con sus ojos azules fijamente. Leo se percató y giró su cabeza hacia ellos.

—¿No tendrán cámaras? —preguntó divertido.

Negué la cabeza soltando una pequeña carcajada tras su comentario. Aflojó la distancia y me besó en suavemente en los labios.

—Pongámonos en camino, cerebrito.

Caminamos varios kilómetros con los drones tras nuestra espalda. Los teníamos a ellos, y responderían a todo lo que les dijera al instante. Entre eso y nuestras armas teníamos más posibilidades de rescatar a nuestros amigos. Con suerte seguirían vivos después de casi un día entero de haber escapado de allí. Era irónico, no habían pasado ni veinticuatro horas, y ya volvíamos a la boca del lobo. Me había dejado embelesar por Leo, pero le apoyaría en esto. No podía ni imaginar las cosas que le hicieron mientras estuvo preso en Cassiopeia, cosas atroces que de seguro me harían vomitar. Recuerdo en el gimnasio con Max, una de las veces que me fije en Leo, llevaba el torso desnudo mientras golpeaba un saco de arena. Tenía una larga cicatriz mal curada en el bajo abdomen, donde supuse que debería de haber ido un riñón que le robaron para cualquiera de los nuestros. Me ponía muy triste el pensar en ello.

—Llegamos —dije en un suspiro en cuanto nos encontramos a escasos metros donde habíamos dejado el cuerpo sin vida de mi padre, el cual ya no estaba. Tragué saliva y contuve la respiración unos segundos.

—Tranquila —dijo Leo a mi lado acariciándome un brazo— Todo saldrá bien.

Esta vez no había guardias esperándonos en la entrada. Esta estaba cerrada y sería imposible abrirla sin la llave magnética. Por suerte teníamos algo mejor.

CASSIOPEIA CIUDAD DE CRISTAL Parte 2  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora