Capítulo 31

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Su piel tersa y cálida bajo mis dedos me hacía recorrer una montaña rusas de emociones. Había estado varios días sin apenas intercambiar palabra con él y no me había dado cuenta de lo mucho que le necesitaba. En ese momento, mientras arañaba su espalda y él gemía en mi oído no pude ser más feliz, no podía sentirme más llena y plena de felicidad. Leo era eso que llevaba anhelando tanto tiempo. Mi hogar.

Pasaron las horas mientras retozábamos bajo mis sábanas y hablábamos sin parar. Nuestras conversaciones no tenían fin. Éramos una vía de escape el uno para el otro, un escape necesario ante la situación en la que nos encontrábamos.

—Leo —susurré muy cerca de su boca.

Ambos nos encontrábamos tumbados y mi cabeza se apoyaba en su pecho desnudo. Elevé mi rostro unos centímetros para poder mirarle a los ojos. Le acaricié una de sus mejillas y sonreí.

—¿Qué? —preguntó divertido.

—Te quiero.

Mis palabras se escaparon de mi boca. No podía aguantarlo más. Mi sentimientos hacía él habían cambiado tanto desde que le conocí, y ahora sentía el amor más puro que había sentido en la vida por una persona. Leo me miró y se giró apresándome entre el colchón y su cuerpo. Me observó fijamente con sus tiernos ojos marrones y sentí el amor que me trasmitía con ellos.

—Y yo a ti —sonrió con una de esas sonrisas que me derretían.

Dejó que el aire desapareciera entre nosotros y nos fundimos en otro beso más de esos que tanto me hacían disfrutar. Nuestras lenguas juguetonas no paraban de bailar entre ellas, incluso terminé por morderle el labio inferior por puro placer. En cuanto lo hice, él se alejó unos centímetros y saboreó el mordisco. Me sonrió con lujuria y se volvió a acercar. Agarró mis muñecas y las puso por encima de mi cabeza, estaba totalmente expuesta a él, a su cuerpo desnudo. Me dejé llevar por el placer sin pensar en el mañana, sin pensar en ese amor prohibido que habíamos construido y que a día de hoy era imposible mostrar al mundo. Preferimos quedarnos en nuestro pequeño rincón prohibido hasta que la estrella que nos iluminaba cada mañana hizo acto de presencia y Leo tuvo que volver a atravesar la ventana y dejarme en la completa soledad de mi apartamento.

Cada noche, Leo volvió a la habitación y disfrutábamos la compañía el uno de otro. La mañana antes del gran baile habíamos hablando sobre los grandes resultados que estaba dando el Zephyr con los primeros voluntarios, estábamos consiguiéndolo. Con suerte, el anuncio de Gideon en el baile supondría un antes y un después para el rumbo de la ciudad y conseguiríamos nuestro objetivo de devolver la armonía a la ciudad, y así poder volver a convivir como lo habíamos hecho antes.

—Confío en ti —dijo Leo antes de despedirse de mí y salir por la ventana como había hecho otras mañanas atrás.

Sonreí y le acaricié la mejilla.

—Y podré gritar al mundo entero lo mucho que te adoro —se despidió finalmente posando suavemente sus labios contra los míos.

Tras aquello desapareció en la pequeña nave que ocultábamos cada noche en la terraza del apartamento.

Gideon no tardó en hacer su aparición. Parecía realmente distraído y nervioso. Atravesó las puertas del ascensor y se acercó a mí, que me encontraba sentada en uno de los sofás azul marino con un libro en la mano. Me dio un beso en la mejilla y se sentó a mi lado.

—Hay algo de lo que tenemos que hablar —dijo seriamente.

Me incorporé un poco y dejé el libro a un lado preocupada.

—He intentado hablar con mi padre... No quiere cambiar de idea, no quiere abrazar el futuro —se levantó y comenzó a dar vueltas.

—Pero...

CASSIOPEIA CIUDAD DE CRISTAL Parte 2  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora