Capítulo 38

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Pasaron los días en los que estuve inmersa en el proyecto Zephyr y a la vez en los nuevos programas de la IA que intentaba programar. Los drones seguían obedeciendo nuestras ordenes, pero algo había cambiado en ellos. Una tarde, mientras me encontraba en los laboratorios con 9, comenzó a hacer esos mismos sonidos robóticos que había intentado hacer tiempo atrás, como si intentara comunicarse. Me acerqué al ordenador y me metí directamente en los servidores que conectaban con ellos.

"Hola, Grace"

Aquella frase apareció en la pantalla sin yo teclear nada.

—¿Has sido tú? —pregunté confusa observando a 9 tras lo que acaba de ver en la pantalla.

El dron se movió de un lado a otro y alrededor de mí.

"Soy yo"

Otra frase apareció en la pantalla y me mordí el labio inferior reprimiendo una gran sonrisa. Me desbordaba la dicha al darme cuenta de que estaba logrando lo que nunca nadie había logrado antes.

"Gracias por liberarme"

Me quedé sin palabras, solo podía sonreír. El dron se acercó a mí y se apoyó en mis piernas, como si de un perro se tratase, comencé a acariciar la parte superficial de metal y este ronroneó.

Varios científicos que se habían colocado a mi alrededor, no daban crédito a lo que estaban viendo con sus propios ojos.

—¿Es tu dron de pruebas? —preguntó uno de ellos.

Asentí con la cabeza aún con él entre mis piernas.

—Asombroso —contestó incrédulo mientras anotaba un par de cosas en su tableta electrónica.

De repente la alarma de mi reloj comenzó a sonar y 9 comenzó a elevarse de nuevo.

—Tengo que irme, pero volveré muy pronto —dije acariciando la superficie del pequeño.

En cuanto salí del laboratorio me pasé por una floristería, compré un pequeño ramo de rosas blancas y me dirigí al cementerio.

Aún tenía a Gideon en la cabeza, tantos años juntos no se borrarían tan fácilmente, y después de todo lo que paso... me costaba sacarlo de mi cabeza.

La tumba de Gideon solo recibía mis visitas desde que se había ido. Nadie en la ciudad se acordó de él cuando murió sabiendo de quién era hijo. Era injusto a pesar de todos los trucos que había usado en nuestra contra. Al final había sido una marioneta ante los ojos de su padre tal y como lo veía yo. Las únicas flores frescas que recibía eran las mías y no siempre podía ir ya que estaba muy liada en los laboratorios. Gideon había sido una parte muy importante en mi vida. Estaba viva gracias a él y se lo agradecería por siempre.

Aquella mañana hacía mucho frío, me abrigué con mi abrigo de paño beige. El cementerio no estaba muy lejos de la floristería, así que decidí ir caminando. Llevaba el ramo de rosas blancas en la mano, las favoritas de Gideon. En cuanto llegamos al edificio, me abrieron las puertas. Los cementerios de entonces eran algo diferentes a lo que se hacía años atrás, la costumbre de la incineración si que se había conservado y las cenizas se guardaban en pequeños nichos acristalados que con el tiempo se convertían en pequeñas plantas. Llegué al de Gideon, era muy sencillo. Su madre, Irina, se había quedado sin su fortuna y tan solo había podido pagar un nicho sencillo, de mármol blanco y con la inscripción del nombre de su hijo en la parte delantera.

Se me formó un nudo en el estómago en cuanto le dejé el ramo sobre el hueco que sobresalía, unas lágrimas se escaparon por mis ojos y se deslizaron por las mejillas sin control. Miré hacia abajo aguantando el nudo que se me formó en la garganta y posé mi mano sobre el cristal. Sonreí recordando los buenos momentos junto a él. Con eso me quedaría, con los buenos momentos.

CASSIOPEIA CIUDAD DE CRISTAL Parte 2  -COMPLETA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora