Ava
A pesar de haberme pasado toda una noche despierta solo pude dormir poco más de tres horas.
Ya eran más de las diez de la mañana cuando bajé a la cocina para buscar algo que digerir en la despensa.
—Buenos días— saludó mi madre secamente sin molestarse en mirarme.
Estaba cocinando algo que el olor advertía que era tocino. El favorito de papá.
—Hola— correspondí el saludo sin ganas.
Me deslicé hacia la nevera para buscar algo que pudiese comer. Me decidí por un jugo de frutas y mantequilla de maní.
Un desayuno rico en grasas y proteínas para comenzar un buen día.
—Debes de llegar muy cansada para despertarte a estas horas— murmuró con ese tono insinuador tan molesto.
—Me desperté hace un buen rato solo estaba en mi habitación— mentí, ya estaba acostumbrada a hacerlo con ella.
Mi mirada se detuvo un momento en el accesorio extravagante que sujetaba su cabello negro. Había sido mi regalo en su cumpleaños.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios aunque no tardé en obligarme a borrarla.
—¿Ahora no deberías estar en el trabajo?— intenté conversar.
En realidad también me causaba algo de curiosidad. Mi madre era una persona adicta al trabajo- al igual que mi padre- no dudaría en que ella preferiría estar metida entre documentos que en una cena familiar. Era raro verla en casa en su horario laboral.
—Me tomé un descanso— dijo simplemente.
—Valla— se me escapó el tono irónico recibiendo una mirada fulminante.
Suspiré, no tenía sentido intentar entablar una conversación típica de madre e hija. Nosotras no éramos eso.
Me sabía amargo pensar en que lo único que me unía a mis padres era compartir la estúpida sangre. Entre ellos y yo no había ningún otro vínculo, era solo eso. Sangre.
Me alejé de ella con todo lo que necesitaba en mis manos aunque justo antes de salir de la cocina algo dentro de mí hizo que mis piernas se detuvieran y que mi cuerpo se girara un poco hacia Amber.
Las palabras salieron solas de mi boca como si tuvieran vida propia.
—Te queda bien— dije llamando su atención. Me miró como si no entendiese de que hablaba.
Apunté a mi cabeza haciéndole saber que me refería a mi regalo.
Su expresión pronto se tornó a una sorprendida. No se esperaba que le dijera eso, sinceramente yo tampoco.
Buscó algo adecuado para responder, no encontró nada así que guardó silencio. La verdad tampoco esperaba alguna respuesta de ella, Amber no era así.
Su silencio fue suficiente para que girara sobre mi propio eje y la dejara sola en la cocina metida en sus pensamientos.
***
—Gracias— le dije al señor que me había entregado las bolsas llenas de comida y dulces.
Comencé a caminar hacia el edificio de Caleb, estaba solo a unas calles de distancia.
Me obligué a actuar sin sobre pensar nada, simplemente me marché de casa y llamé a un taxi hasta esta dirección.
Al menos si pude pensar bien el bajarme un poco antes para comprar algo de comida para ellos. Aunque dudaba bastante que a Caleb le hiciera falta.
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Yo Puedo
Fiksi RemajaAva Parker, una chica de veinte años con gustos bastantes oscuros y brillantes a la vez, convive entre siniestras sombras a las que tiene que llamar "padres". Ha tenido que obligarse a apagar el brillo que la hacía ser ella para moldearse a otra chi...