Ava.
Un molesto rayo de sol daba justo contra mi rostro formando una pequeña mueca en él.
Me retorcí entre las sabanas y el suave colchón debajo de mí. Forcé a mis ojos a abrirse como si mis párpados pesaran más de lo normal.
Gruñí al sentir un fuerte latigazo en mi cabeza como si me hubiese pasado toda la noche bebiendo.
Miré todo mi alrededor completamente blanco.
Me incorporé de golpe provocando en mi cabeza otro fuerte dolor.
¿¡Había dormido en la habitación de Caleb!?
No, debajo de un puente.
¡Había dormido en su cama!
Seguro que en el piso.
Vale, me calmo.
¿Me había quedado dormida en su cama anoche? Abrí mucho los ojos antes de mirar mi cuerpo debajo de las sábanas.
Estaba completamente vestida con la misma ropa que llevaba ayer, solo faltaban mis zapatos que de seguro él había retirado al dormirme.
Al menos no era un pedófilo.
Sabes que no te haría daño.
Intenté forzar a esos pensamientos para que se alejaran.
No quería confiar en él. De veras que no quería.
La puerta se abrió de golpe en uno ruido seco y Noah escaneó todo su alrededor como un desquiciado hasta que por fin sus ojos me encontraron para abalancharce sobre mí en la cama como si fuera Batman.
—¿¡DORMISTE CON CAL..!?
Ahora fui yo la que salté encima de él para taparle la boca con ambas manos.
—Hazme tres favorcitos ¿quieres?— le dije aún cubriéndole la boca— cálmate, cállate y escúchame.
Asintió dos veces con la cabeza para que le quitara las manos de encima, así lo hice dejándolo más tranquilo.
—Por supuesto que no dormimos juntos, solo... me quedé dormida por accidente— recité para él.
Asintió junto con una de sus sonrisitas como si no se lo creyera.
—¿Qué?— pregunté incrédula.
—Es que... cuando me desperté vi a Caleb tarareando una canción por el salón y no puedo negar que sentí algo de miedo al verlo haciendo algo tan... ¿humano?
Puse los ojos en blanco intentando contener mi sonrisa.
—¿Y como supiste que estaba aquí?— pregunté entrecerrando los ojos.
—Le pregunté por ti y me dijo— se escogió de hombros.
—¿Cómo puede si quiera pasarte por la cabeza que dormimos juntos?— reproché.
—No lo sé— hizo un gesto con la mano restándole importancia— Caleb y tú sois... vosotros.
—En fin— suspiré— ¿Como estás?
—Existiendo... supongo— apartó la mirada.
Solté un suspiro y puse una mano en su rodilla en forma de apoyo.
—Estarás bien... llegará el día en que puedas gritar al cielo que eres feliz y que "vives" y no sólo "existes".
Le dediqué una pequeña sonrisa para acariciar su rostro.
ESTÁS LEYENDO
Yo Puedo
Genç KurguAva Parker, una chica de veinte años con gustos bastantes oscuros y brillantes a la vez, convive entre siniestras sombras a las que tiene que llamar "padres". Ha tenido que obligarse a apagar el brillo que la hacía ser ella para moldearse a otra chi...