7. ¿Quién ganará?

570 34 1
                                    


🔸

Gracias a los efectos del alcohol, pude dormir plácidamente bastante rápido. Aunque antes de caer en los brazos de Morfeo, fui capaz de desmaquillarme y ponerme el pijama.

Con borrachera o sin borrachera, el skincare no se deja.

Me desperté por el sonido molesto de un teclado de ordenador. Como pude abrí los ojos y me encontré a mi lado sentado a Dani, respondiendo correos o vete tú saber qué tiene que hacer en mi habitación.

– ¿Puedes dejar eso? – estiré la mano con los ojos cerrados, poniéndola justo encima del teclado.

– Hombre, bella durmiente, buenos días. – se rio de mí, mientras quitaba mi mano para seguir escribiendo. – ¿Qué tal fue la noche? No os escuché entrar.

– Casi nos amenazaste con no hacer ruido. Más nos valía tener cuidado. – me acurruqué mejor, abrazando a un cojín.

– No seas exagerada. – escuché que dejo el portátil a un lado y posicionó su cabeza a escasos centímetros de la mía. – Nada de volverse a dormir, que hoy tenemos cosas que hacer y es tarde. – abrí un ojo, encontrándome su atenta y divertida mirada sobre mí.

– Sea lo que sea, yo no voy. – le aparté con la mano que me quedaba libre. La otra estaba debajo de la almohada, sujetándola como si se fuese a escapar.

– Sí vas, sí. Que ya he reservado la actividad. – se levantó de la cama. Este tenía intenciones de sacarme a rastras si hacía falta. Y a mí me apetecía cero. – Además, vamos todos los de la casa.

– ¿Va Adrián?

– Sí.

– Pues entonces no voy por dos. – me tiró una almohada. – ¡Oye! No me agredas, que voy y me quejo a la mama.

– No, no, a la mama no. Perdón. – me acarició la cabeza en señal de paz. – Pero eso sí, tienes que venir. Mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo diga. – imitó a las típicas frases de madre y me hizo tanta gracia que hasta me convenció.

Dani salió de mi habitación, sin decirme qué plan era. Solo que me pusiese ropa cómoda y en media hora nos íbamos. Por lo que tenía que prepararme y desayunar algo en ese poco rato.

Miré la hora, que aún no había tenido la oportunidad. Las 12 del mediodía. Está bien.

En realidad siempre he sido una persona madrugadora. Me gusta disfrutar de todo el día y la noche no es que sea mi especialidad. Me pasa un poco como a mi hermano.

Después de cinco minutos mirando el Instagram, agarré fuerzas de donde no las tenía y fue hacia el cuarto de baño. Me preparé, haciéndome de nuevo la limpieza facial, me lavé los dientes y al final decidí hacerme una coleta alta. Con el día caluroso que hace en esta ciudad y que me había pedido que fuese cómoda, esta era la mejor opción. Por eso también me puse un conjunto de deporte y mis deportivas blancas de confianza.

Estaba lista.

Cuando llegué al salón ya estaban todos los chicos esperándome.

– Justo a tiempo. – me enseñó Dani su teléfono con la alarma del temporizador sonando. Yo chasqué la lengua en señal triunfal.

– Déjame coger algo para desayunar. Que si no voy a desfallecer.

– Va, Helena, siempre la última. – me gritó Jopa mientras yo corría a la cocina a coger lo primero que pillé. Una manzana.

– Tú calla, Jopalux, que seguro que es el primer día que estás a tiempo. – le respondí cuando volví, ya viendo como los demás comenzaban a salir por la puerta, riéndose de lo que le acaba de decir. Eso me confirmaba que tenía razón.

Señor, dame paciencia | AdridobylusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora