21. De vuelta al hogar

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Los días posteriores a la fiesta de Lili esperaba que fuesen sumamente tranquilos, básicamente porque Dani me había propuesto viajar unos días a nuestro hogar en Zamora, puesto que él hacía tiempo que no veía a nuestros padres.

Zamora siempre había sido mi refugio, un lugar donde todo parecía más simple, donde el ruido de la ciudad y los problemas quedaban atrás. En este momento, con mi mente sobrecargada de pensamientos confusos, parecía ser justo lo que necesitaba. Así que acepté el viaje con la esperanza de aclarar mis ideas.

Las dos horas de trayecto se hicieron eternas. La resaca física por la fiesta no ayudaba, pero era la emocional la que me estaba destrozando. No solo era el cansancio, era todo lo que había pasado la noche anterior, cada conversación, cada mirada. Me dolía la cabeza y también el corazón.

Dani se encargó de avisar al grupo que íbamos a estar fuera unos días, pidiéndoles que se encargaran del desastre que habíamos dejado en la casa tras la fiesta. Por mi parte, me aislé sin despedirme. No tenía fuerzas para responder mensajes ni mantener conversaciones. Quería desaparecer por un tiempo, o al menos alejarme de todo lo que me estaba quemando por dentro.

— ¿Estás bien? — la voz de Dani me sacó de mi ensimismamiento. Abrí los ojos lentamente, aún medio adormilada, intentando acomodarme mejor en el asiento. Su atención estaba puesta en la carretera, pero noté la preocupación en su tono.

— Solo estoy con algo de resaca. — respondí con una sonrisa débil, encogiéndome de hombros. — Ya sabes lo que dicen, "noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno".

Él rió, pero no se dejó engañar. Me miró de reojo, más serio esta vez.

— Me refería a cómo estás emocionalmente.

Su pregunta me dejó paralizada por un momento. Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta. ¿Cómo le explicaba a mi hermano que Adrián, su mejor amigo y mi supuesto "enemigo", estaba invadiendo mis pensamientos, y que la situación con Archie solo hacía todo más confuso?

— ¿Podemos dejarlo para otro momento? — contesté, evadiendo el tema. — No me siento con fuerzas para hablar ahora. Me va a estallar la cabeza.

— De acuerdo, pero no puedes escapar de esto para siempre, Helena. — Subió el volumen de la música, dejándome con mis pensamientos.

Me sentí culpable. Dani siempre había sido mi confidente, mi mayor apoyo, y ahora me resultaba imposible abrirme con él. Quería contarle lo que estaba pasando, pero ni siquiera yo entendía del todo lo que sentía. Todo en mi vida parecía un caos, y mi hermano, con su bondad y comprensión, se merecía algo más que mis evasivas.

Cuando finalmente llegamos a la casa de nuestros padres, el aire fresco de Zamora me trajo un pequeño alivio. Bajé del coche y me estiré, sintiendo la brisa en la piel. A pesar de todo, el silencio del campo me acogió como siempre. No podía evitar pensar que aquí las cosas serían más fáciles

— A mamá le va a hacer mucha ilusión que estemos aquí los dos. — comentó Dani, sacando las maletas del maletero. Hacía mucho tiempo que él se mudó a Madrid, por lo que realmente había pasado tiempo sin estar los cuatro en casa a la vez.

Asentí sin mucho ánimo. Sabía que nuestra madre se alegraría, pero también sabía que no tardaría en darse cuenta de que algo estaba mal conmigo. Siempre lo hacía.

Cuando entramos en la casa, el olor a carne en salsa nos envolvió. Mi madre, con su eterna sonrisa, nos recibió con los brazos abiertos, secándose las manos en el delantal mientras nos abrazaba.

Señor, dame paciencia | AdridobylusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora