🔸A la mañana siguiente, me desperecé lentamente, tratando de sacudirme el sueño. Me despertaron los rayos de sol que se filtraban por los huecos de la persiana, creando un clima acogedor en mi habitación. De mis cosas favoritas en verano.
Todavía estaba agotada por el día anterior, pero había algo en el aire que me hacía sentir una mezcla de nerviosismo y ansiedad. Por lo que no pude evitar levantarme temprano.
Bajé a la cocina, donde ya se escuchaban voces y el ruido de la cafetera. Adrián estaba allí, por supuesto. No pude evitar sentir más intenso ese nerviosismo que me recorre desde que he abierto los ojos. Parecía siempre estar donde yo, y esa mañana no era diferente, por mucho que él no fuese una persona madrugadora.
Estaba preparando café y hablando con mi hermano, quien se reía de algo que Adrián había dicho. Cuánta energía.
– Buenos días. – saludé a ambos, sentándome en uno de los taburetes de la isla de la cocina.
– Buenos días, dormilona. – respondió Dani con una sonrisa que, esta vez.
– Si no es tan tarde. – respondí mientras le daba un toque a la pantalla del móvil para comprobar la hora. Las 10 de la mañana, no está mal. – Lo que sí sigo con un sueño que me muero.
– Ya se te ve en la cara. – mi respuesta a Adrián fue fulminarle con la mirada. Cosa que pareció entender. – ¿Café? – ahora sí lo dijo de una manera más amable y menos irónica, alzando una taza.
– Sí, por favor. – acepté, observando cómo se movía con agilidad por la cocina. No podía evitar recordar la conversación de ayer en la atracción y la extraña sensación que había sentido.
Dani se levantó para atender una llamada, dejándonos a Adrián y a mí solos. Mientras me pasaba una taza de café, nuestras miradas se encontraron y el silencio e incomodidad se hicieron palpables.
– Gracias por lo de ayer. – dije, rompiendo el hielo. – Me ayudaste mucho.
No sé qué bicho amazónico me había picado para estar dándole las gracias a Adrián.
Pero durante la noche, antes de irme a dormir, había pensado bastante en lo que pasó ayer durante mis pequeños ataques de pánico y me resultó curioso cómo Adrián fue capaz de leerme tan bien y saber qué hacer exactamente para calmarme.
– No tienes que darlas. – respondió, encogiéndose de hombros. – No quería que te pasara nada malo.
Esa respuesta me dejó un poco desconcertada. ¿Desde cuándo Adrián se preocupaba tanto por mí?
– Además... – prosiguió. – Ver tus caras de sufrimiento ya fueron una buena recompensa para mí. – vale, ya volvía a ser él.
Este chico se va a reír de quien yo le diga.
Antes de que pudiera decir algo más, Dani volvió a aparecer por la puerta para terminar de desayunar. Por lo que Adrián aprovechó ese momento y desapareció.
Ha hecho bien, porque ya iba a caer sangre.
– Peque, por cierto, siento lo de ayer. – Dani paró de comer su tostada para mirarme y prestarme atención. – No sabía que Adri quería subirse a la misma atracción que tú.
– No pidas perdón, ya lo sé. – le sonreí para transmitirle mi tranquilidad. – Aparte, no fue tan malo como pensé que sería. – la cara de mi hermano era una mezcla entre sorpresa y satisfacción por estar logrando lo imposible.
– ¿En serio? ¿Hablasteis de algo?
Atrás, cotilla.
– No exactamente, pero no fue desagradable al final. – me encogí de hombros y miré al frente mientras bebía mi café, preparado por Adrián.
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Señor, dame paciencia | Adridobylus
Fanfic¿Qué harías si te tocase vivir con la persona que peor te ha caído desde siempre durante todo el verano, por culpa de tu hermano? Pues esto le tocará vivir a Helena Alonso. Pero ni ella sabe qué hacer, ni por qué el universo le odia de esta manera...