2.5 CÓMO SANAR LAS HERIDAS CICATRIZADAS, MAL CURADAS O UN APEGO INSEGURO

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Cuando un paciente acude a consulta me puedo enfrentar a distintas situaciones. La primera es encontrarme con una persona que tiene una crisis y que solicita ayuda para resolverla
—una depresión grave, un problema de ansiedad, una crisis de pareja...—. Esta puede estar motivada por algún aspecto concreto de su vida: sufre relaciones complejas con gente de su entorno, presenta un trauma que no ha logrado superar, padece miedos y fobias incontrolables, está atravesando una pérdida... Por otro lado, existen pacientes que ansían hallar herramientas para analizarse, comprenderse y gestionarse mejor porque se dan cuenta de que existen temas de su día a día que no funcionan como deberían. Otros reconocen que el vacío interior que padecen les conduce a comportamientos que acaban convirtiéndose en vías de escape —drogas, alcohol, adicción a las redes, al sexo...—.

En definitiva, algunos acuden porque las circunstancias son adversas y no pueden gestionarlas, y otros porque, a pesar de que las cosas, en general, les van bien, describen un vacío y una insatisfacción global —«No puedo quejarme, no tengo grandes problemas, estoy seguro de que existe gente más grave que yo que debería estar aquí, pero teniendo todo lo que tengo, ¿por qué no soy feliz?»—. Estas personas tienen probablemente algo que no les hace disfrutar; puede ser su perfeccionismo, un fondo depresivo, una voz interior que les machaca o una historia emocional dolorosa... En todos los casos, pedir ayuda es primordial para encontrar una paz relativa y hacer balance entre las circunstancias externas y la forma de ser de cada cual.

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Aprender a gestionar las emociones es una de las claves para disfrutar de la vida. 
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¿DE QUÉ DEPENDE LA GESTIÓN EMOCIONAL?

Una buena gestión emocional consiste en ser capaces de regularnos ante los momentos de estrés, rabia, tristeza o frustración. El aprendizaje de esa gestión comienza en la infancia —como ya hemos visto— y para que se active de forma sana es necesario que haya existido en los primeros años de vida una figura cuidadora que sepa atender de manera correcta y equilibrada las necesidades y problemas del niño.

El modo de vincularnos con otros está unido con cómo nos cuidaron y nos enseñaron a querer en la infancia. De cómo nos han querido, aprendemos a querer. Como te quisieron, quieres.

Cuando aparece un trauma en la infancia, se daña la capacidad de gestionar las emociones de forma correcta en la edad adulta. Los traumas pueden ser más o menos graves —ignorar a los hijos de modo reiterado, un abuso, bullying, acoso, recibir humillaciones...—, pero incluso los moderados o ligeros también dejan su huella. Las heridas emocionales impactan en quien te has convertido en la edad adulta. Comprender esa evolución en tu caso concreto te pondrá en camino para poder sanar los golpes que recibiste.

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Como padre, no olvides que esa autorregulación emocional se educa desde la niñez. Como hijo, analiza cómo te enseñaron a gestionar el conflicto.
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Aquí te dejo el proceso con el cual yo trabajo. Como lector que estás inmerso en estas páginas, estoy segura de que algún concepto resonará en ti.

Voy a ir enumerando diferentes pasos de mi camino terapéutico con los pacientes, pero no todos requieren atravesar cada fase; algunos tan solo con entender ciertas nociones ya se sienten aliviados y mejoran.

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COMPRENDER ES ALIVIAR
Entender, acompañar y empatizar con un paciente puede significar un punto de inflexión importante. Emplear de guía el esquema de personalidad, las nociones de la «percepción a la acción», el mundo apasionante del cortisol y los cimientos emocionales que te voy a explicar a continuación ayudan a entender la propia vida y, por tanto, mitigan el daño sufrido, ya que uno va sintiendo que su biografía tiene un contexto, un sentido, una dirección, una causa y una posible cura. Conforme uno va comprendiendo, el terapeuta puede ir introduciendo nuevos conceptos y nociones para ayudarle.
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