Capítulo 10: La confesión

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Clara:

No puedo creer aún lo que ha hecho Diego. Siempre ha sido un buen amigo y una buena persona, a lo mejor todo ha sido una fachada suya. De momento no quiero volver a verlo. 

Melisa hizo lo que le pedí y aquí estoy, en un barrio que jamás había pisado y que espero no volver a pisar jamás. Sinceramente me daría miedo dejar el Mercedes en la puerta de la casa de Alex, menos mal que me han traído.

Subo las escaleras de su vecindad esperando no encontrarme con nadie que me reconozca. Toco el timbre de la puerta y me abre una mujer de unos 50 años, rubia pero con un mechón azul, la piel blanca como la luna y un piercing en la nariz y en la lengua. Al abrirme veo como se emociona pero al instante cambia su rostro.

-¿Qué sucede? Como ustedes tienen todo el dinero del mundo y la ciudad a sus pies creen que pueden despedir a mi niño así sin más. Y encima se planta en mi casa.- La mujer seguía con su soliloquio cuando oigo una voz familiar.

-¿A quién gritas mamá?- Veo como Alex sale de la habitación del fondo y nuestras miradas se cruzan por un instante, como aquella noche en la discoteca.

-A tu ex-jefa, que no sé a que ha venido, a despedirte de nuevo imagino.

-No señora, vengo a hablar con Alex y a pedirle perdón.- Veo como la mujer se sonroja.

-Ay perdona señorita Estévez.¿Q-quiere pasar a tomar algo?

-No gracias. Y llámeme Clara porfavor.

-Yo soy Luz, encantada.- Esa mujer que hace unos instantes me gritaba ahora está dándome dos besos y dejándome entrar en su casa. Me cae bien. Al entrar veo a otra mujer de la misma edad, con el pelo corto y tintado de morado.- Esa es Lola, mi mujer.- Lola me saludó sin mirarme.- Y bueno, ya has visto donde está Alex, os dejo a solas.

Entro a la habitación donde estaba Alex. Estaba sentado en una silla frente al ordenador, en una página de búsqueda de empleo. Veo como me mira dolorido y apenado, aunque se le escapa una sonrisa.

-Hola Clara. ¿A qué se debe esta visita inesperada?

-Vengo a pedirte perdón. Diego es un idiota y he tardado demasiado en darme cuenta. Melisa me ha contado lo que te ha hecho. Obviamente puedes volver al trabajo cuando gustes, además de tener una buena indemnización por lo sucedido.

-Acepto tus disculpas, jamás podría enfadarme contigo. Pero no voy a volver a esa casa mientras Diego siga viviendo allí.

-Eso está solucionado. He dejado a Diego por como te trató. Fue un ataque de celos.

-¿Celos?

-Él pensaba que tú y yo éramos amantes.- No puedo evitar soltar una sonrisa al decirlo en voz alta. Espero que no se haya dado cuenta.

-Entonces... ¿estás soltera de nuevo?

-Exactamente.- veo como lentamente se acerca a mí.

-Clara hay algo que yo... quiero decirte desde esa noche en la discoteca.

-Pues dímelo Alex

-Verás... Me tiro pedos radioactivos.- Un momento esa no es la voz de Alex. Veo salir del baño de la habitación a un chico de su misma edad, algo más alto y con cara de chiste.

-Carlos porfavor vete, ya estoy bien.

-Sisi ya veo, como tienes enfermera ya no me necesitas.- se me acerca y me da su número en un papel. -Un placer conocerla señorita Estévez, contácteme si quiere saber algo de este idiota que tengo por mi mejor amigo.- dice riéndose mientras se va.

-Es gracioso- digo riendo

-Es un idiota, pero lo quiero.- dice riéndose también 

-Bueno... ¿qué me ibas a decir?- En ese momento vuelve a entrar Luz en la habitación. 

-Estamos viendo álbumes de fotos. ¿Quieres unirte Clara?

-Supongo que se querrá ir mamá.

-Que va, no quiero encontrarme a ese idiota otra vez. ¿Puedo quedarme a dormir?

-Obvio que sí.- me dice Luz sonriendo. -Así me puedo disculpar por lo mal que te he tratado.- Me coge del brazo y me lleva al salón. Alex se pone a hacer la cena mientras sus madres me enseñan fotos.

-Ayyy que mono está en esta, que gordito!!! - digo mientras saco una foto.- Esta es para mí.- Ambas se ríen.

- Siii, estuvo muy gordito en su infancia. Por suerte cambió.

Todo fue alegría hasta que llegaron a una página en la que faltaba una foto. El silencio se hizo entre las dos mujeres y la tensión se podía palpar. A Luz incluso se le caía alguna lágrima. Sinceramente me alegré cuando Alex nos llamó a cenar y todo volvió a la normalidad.

Llegó la noche y me dispuse a acostarme en el sofá. Pero Alex me lo impidió y me ofreció su cama. Gustosamente acepté. Investigué su armario y me puse una de sus camisetas para dormir más calentita. Nunca había tenido unos sueños tan dulces.

Nuestro amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora