Cosechas lo que siembras

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Un revuelo se armó en el corazón de Yuuji, hubiese deseado que todo aquello fuera una pesadilla. Pero no. Era la vida real, y mientras Nobara, Yuuta, Megumi y un par de amigos más le decían cosas, él solo tenía la mente en blanco.

No podía ser Satoru quien hizo eso, ¿verdad?

Pero sí, claro que sí había sido él. Yuuji reconocía perfectamente aquellas fotos y videos, sabía cuándo habían sido, lo que habían hecho antes y después de aquel momento, la ropa que usó ese día, lo que comió, los abrazos de su ex en la noche, sus palabras de "amor" ...

—¡Mírame, Yuuji! —Fushiguro le había volteado el rostro hacia el suyo, buscando su atención— ¿Quién fue? —en sus hermosos ojos azules, se reflejaba la inmensa ira del océano. A Itadori le dio miedo, era la primera vez que veía esos ojos.

—S-satoru.

Todos a su alrededor quedaron petrificados. Nadie respiró.

—¡Yuuta, nos vamos! —rugió el muchacho saliendo con el otro pelinegro del gimnasio.

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—¿De verdad publicaste esas fotos? —Shoko lo miraba incrédula. Sabía que su amigo había cometido el "error" de exponer a Mei Mei en un pasado, pero ¿también a Itadori le hizo eso? ¿qué le pasaba?

—Él se lo buscó.

—Vamos, Satoru —Geto le hablaba despacio con una cara de repudio nada normal en el rostro—. Sabes bien que ese chico no te hizo nada, además estás con Haibara ¿qué necesidad tenías?

—Ahí no se ve que soy yo.

—¡Claro que sí! —Shoko lo miraba con los ojos como platos— ¡Es tu departamento! ¡Y hasta traías el mismo reloj que tienes ahora!

Ambos estaban espantados, querían mucho a Gojo como amigo e incluso en su extraña amistad tenían relaciones los tres desde hacía mucho. Pero esto era pasarse de la raya. Y sí, tenían el estómago revuelto porque también se habían grabado todos en sus noches locas.

¿Les haría lo mismo a ellos?

—O sea, que si llegamos a terminar nuestra amistad —hablaba la chica—, ¿también nos expondrías?

—No seas ridícula, Shoko. A ustedes jamás les haría eso.

—No te creo, sinceramente.

—Ni yo, revísate en un psicólogo.

Geto y Shoko se levantaron de sus asientos, dejándolo solo en la cafetería de Artes.

"¡Bah! ¡Qué par de idiotas! ¡No los necesito!", pensaba sacando su celular para ver cuantas interacciones había tenido aquella publicación, cuando vio que le llamaba Haibara.

—¿Aló? Holi, amor.

—Hola... Satoru.

—¿Qué pasa?

—Nada... solo quisiera saber si es verdad que tú publicaste esas fotos de Itadori.

—¿De quién?

—De Itadori Yuuji, el chico de atletismo. Tu ex.

—Ah... no sé de qué me hablas.

—Es tu departamento y tu reloj.

Silencio.

Por un momento Gojo no supo que decir. Pero era de mente rápida así que se excusó:

—Será un error... seguro alguien hackeó mi celular.

—Mmm, pero... ¿por qué guardabas esas fotos?

—Tranquilo amor —la falsa voz de paciencia de Satoru era lo que mejor se le daba—, ya buscaré al culpable y lo pondré en su lugar.

—Satoru, no creo poder confiar en ti si aún guardas ese tipo de contenidos de tus ex, creo que lo mejor es que nos demos un tiem...

Se detuvo el reloj.

Una fuerza ajena había halado a Satoru hacia atrás por la capucha de la chaqueta, se asustó, dejando caer su celular, tambaleándose él también. No pudo terminar de escuchar lo que le decía su novio del otro lado de la línea.

—¡Aquí estás, hijo de puta! —le dijo alguien.

—¡Eres muy macho por internet! ¿no? —habló otro.

¡Eran Okkotsu y Fushiguro! Quienes lo habían ido a buscar personalmente para justar cuentas. Los chicos sabían que Itadori no iba a tomar represalias contra Satoru Gojo por lo que hizo, pero ellos eran otras personas muy diferentes al precioso cabello rosado.

Le iban a dar su merecido.

La cara de confusión y pánico del albino valía millones. Había hecho su desfachatez pensando que absolutamente nadie le recriminaría o que vendrían por él, pero estaba muy errado porque los dos perros rabiosos que eran amigos de Yuuji se encontraban aquí.

—Están equivoc...

Un puño con la dureza de una roca le impactó en la quijada, Fushiguro no había venido a conversar.

Con el impacto, Satoru se fue al suelo, aunque rápidamente se levantó escondiéndose detrás del asiento de donde se había caído. Okkotsu, fue más rápido, le arrebató la silla dejándolo indefenso y nuevamente en el suelo.

Patadas sin cesar fueron dadas por ambos al peliblanco, que se cubría el rostro con los brazos, arrastrándose como un gusano hasta debajo de una mesa.

—¡Infeliz! —le repetía Fushiguro, que estaba hecho una furia, halándolo de los cabellos para sacarlo de ahí. Pero Gojo se aferraba a la pata de la mesa, forcejearon, se gritaban cosas.

Mientras, personas se aglomeraban alrededor, alguien gritaba, la señora de la cafetería llamó a la brigada de orden universitaria.

Okkotsu le pisó los dedos de las manos, Fushiguro lo haló por las piernas. Con el nuevo forcejeo, logró ponerlo boca arriba y se puso a horcajadas sobre él.

Puñetazos con ambas manos impactaban en el hermoso rostro del futuro actor.

Este bastardo se las iba a pagar todas a Yuuji.

Todas y cada una de las humillaciones, de las noches en vela preguntándose por qué no era suficiente, de las fotos publicadas, de los videos que ahora se compartían los estudiantes por Whatsapp, todas y cada una de lágrimas derramadas por su amigo.

"No lo volverás a hacer llorar", pensaba colérico con las manos ensangrentadas.

—Fushiguro, suéltalo.

—Fushiguro, ya.

—¡Fushiguro, es suficiente!

El mismo Yuuta tuvo que separarlo.

—Mírame, ya... está bien —los ojos cafés de Okkotsu, le miraban con comprensión, con ternura, con súplica. Los ojos azul océano estaban hechos una tormenta, una lágrima de frustación se escapaba de ellos—. Ya está bien, ¿vale? Vámonos.

MI NOVIO TÓXICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora