Prólogo

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Era el año 1918, donde Letonia se encontraba pasando por el frío más crudo de Rusia, la densa neblina había caído sobre aquel frío país, la fuerte ventiscas se azotaba en el pequeño poblado de la ciudad de Riga, a lo lejos se podía escuchar el fuerte sonido de las explosiones, las grandes avionetas bombardeaban todo a su paso, sin importarles destruir las hermosas catedrales. Los fuertes sollozos de los niños se podían escuchar, siendo opacados por aquella guerra.

Los altos edificios, empezaban a caerse en pedazos demasiados grandes, desplomándose sobre las personas, el polvo empezaba a consumir las calles, cubriendo a los cuerpos que yacían inertes sobre el asfalto. Los pequeños copos de nieve caían despacio sobre la ciudad ya destruida, mientras que los soldados Bélgicos corrían disparando por todos lados, mutilando a las personas que se encontraban escondidas entre los escombros o a los cuerpos que yacían inertes sobre los montículos de tierra.

A lo lejos de ahí, en un pequeño pueblito, se podía ver como las familias empezaban a huir con pocas de sus pertenencias; el ruido de todas las personas empezó a llegar hasta los oídos de un joven demasiado hermoso, con una piel sumamente tersa, el joven de unos dieciocho años era dueño de unos cabellos de color cobrizo y sus ojos un color verdoso, que solía cambiar con la luz del sol, sus cabellos desparramados, sobre la almohada y su cuerpo cubierto por las gruesas mantas que solía usar en esos inviernos tormentosos.

Lentamente fue abriendo sus hermosos ojos al escuchar la voz de su madre, reprimiendo a su padre, por no cuidarse del frío, frotó suavemente sus somnolientos ojos, mientras soltaba un fuerte bostezo; colocó sus pies sintiendo la corriente fría del suelo, recorrer sus columna vertebral, alzó sus brazos, dándose un largo tiempo para relajar sus músculos entumecidos, sus ojos se posaron sobre el viejo almanaque que colgada en una de sus paredes, viendo la fecha que había encerrado en un círculo rojo; tan solo faltaban cinco días para poder unirse al ejército.

No era novedad que muchos jóvenes quisieran unirse, pero él estaba fascinado por todas las historias que había escuchado de su abuelo y de su padre, frunció ligeramente su ceño al escuchar como las personas empezaban a aglomerarse en las calles, pero hizo caso omiso de ello y sonrió suavemente al recordar los hermosos ojos de su bella novia.

Bajó las escaleras recibiendo los besos de su madre y la sonrisa ligera de su padre, los años no habían pasado en vano, la pareja de esposos había hecho mucho más fuerte su enlace, creando una fuerza interna entre los dos, que aun él no podía entender.

-Voy a llamar al doctor Cullen para que venga a revisarte. –La pequeña y delicada mano de su madre se apoyó sobre la frente perlada de su cansado padre.

-Amor, ya te he dicho que no es nada. –Llevó rápidamente su verdosa mirada hacía la pequeña ventana de su casa y pudo observar como el humo negro empezaba a cubrir el cielo.

-Ed, ¿Podrías decirle a tu padre que no discuta conmigo? –El mencionado prefirió soltar un suave suspiro y terminó por despedirse de sus padres.

El clima no había mejorado en nada, se podía sentir el frío atravesar todas las capas de su ropa, pero eso no le impidió para que recorriera las largas y concurridas cuadras hasta el pequeño parque, arregló su bufanda, mientras que su pecho subía y bajaba con demasiada rapidez, pero sonrió al ver a la mujer que ocupaba la mitad de sus pensamientos.

Little pain  (yaoi-Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora