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El gran salón de la casa solariega danzaba con la luz de las chimeneas.

Los favoritos entre los siervos estaban allí, jugando a los naipes, a los dados o al ajedrez, limpiando sus armas o descansando, simplemente. Lauren y Raine se habían sentado a solas en el extremo opuesto.

—Toca esa canción, Raine, por favor — rogó ella—. Sabes que no Sirvo para la música. Te lo dije esta mañana y prometí jugar al ajedrez contigo.

—¿Quieres que toque una canción tan larga como tus ausencias? — Él pulsó dos acordes en el laúd panzón. — Ya está — bromeó.

—No es culpa mía que te dejes derrotar tan pronto. Usas los peones sólo para atacar y no te proteges del ataque ajeno.

Raine la miró fijamente, boquiabierto. Después se echó a reír.

Imagen de Raine hermano de Camila

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Imagen de Raine hermano de Camila.





—¿Eso es una muestra de sabiduría o un insulto desembozado?

—Raine — comenzó Lauren—, sabes exactamente lo que quiero decir. Me gustaría que tocaras para mí.

Raine nunca había conocido a una mujer que tuviera tanta honestidad, tanta lógica, tanta inteligencia... Si hubiera nacido hombre... Él sonrió; si Lauren hubiera nacido hombre, él no habría corrido tanto peligro de enamorarse desesperadamente.

Era preciso alejarse de aquella muchacha cuanto antes, aunque su pierna estuviera curada sólo a medias.

Raine echó un vistazo sobre la cabeza de Lauren y vio que Camila se apoyaba contra el marco de la puerta para observar el perfil de su esposa.

—Ven, Camila — llamó—, ven a tocar para tu esposa. La pierna me duele demasiado y no disfruto de estas cosas. He tratado de dar algunas lecciones a Lauren, pero no le aprovechan.

Le chisporrotearon los ojos al mirar a su cuñada, pero ella permanecía quieta, con la vista fija en las manos cruzadas en su regazo. Camila se adelantó.

—Me alegra saber de algo que mi esposa no haga a la perfección — rió—. ¿Sabes que hoy ha hecho limpiar el estanque de los peces? Dicen que en el fondo apareció un castillo normando.

Pero se interrumpió, porque Lauren se había puesto de pie, diciendo con voz serena:

—Disculpadme, pero estoy más cansada de lo que pensaba y deseo retirarme.

Sin una palabra más, salió del salón. Camila, perdio la sonrisa, cayó en una silla acolchada. Su hermano la miraba con simpatía.

—Mañana tengo que regresar a mi propia finca.

Camila no dio señales de haber oído. Raine hizo una señal a uno de los Sirvientes para que lo ayudara a llegar hasta su alcoba.

Lauren contempló la alcoba con ojos nuevos. Ya no era sólo de ella. Ahora que su esposa había vuelto a casa, tenía el derecho de compartirla. Compartir la habitación, compartir la cama, compartir el cuerpo. Se desvistió deprisa para meterse entre las sábanas. Algo antes, había despedido a sus doncellas, pues quería estar a solas. Si bien las actividades del día la habían cansado, clavó en el dosel los ojos muy abiertos.

Promesse audacieuse . ( Camila G!P!) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora