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Lauren estaba arrodillada en la rosaleda, con el regazo lleno de pimpollos. Hacía ya un mes que Camila se había ido y diez días que no se tenían noticias de ella.

No pasaba un momento sin que ella mirara por alguna ventana o por la puerta, por si llegaba algún mensajero. Vacilaba entre el deseo de verla y el temor de que retornara.

La morena ejercía demasiado poder sobre ella, tal como lo había demostrado en la última noche. Sin embargo, ella sabía bien que Camila no experimentaba la misma ambigüedad en sus sentimientos hacia ella.

Para ella sólo existía la rubia Alice. Su esposa era sólo un juguete que podía usar cuando necesitaba divertirse.

Oyó un entrechocar de armas: unos hombres estaban cruzando el doble portón que separaba el recinto interior del exterior. Se levantó deprisa, dejando caer las rosas a sus pies, y recogió sus faldas para echar a correr. Camila no venía entre ellos. Dejó escapar el aliento que contenía y soltó sus faldas, caminando con más calma.

John Bassett, a lomos de su caballo de combate, parecía mucho más viejo que al partir algunas semanas antes. El gris de sus sienes se había tornado más claro. Tenía los ojos hundidos y círculos oscuros bajo ellos. Un costado de su cota de malla estaba desgarrado, con los bordes enmohecidos por la sangre. Sus compañeros no tenían mejor aspecto, amarillentos, ojerosos, sucios y con las ropas desgarradas.

Lauren los vio desmontar en silencio.

-Ocúpate de los caballos - dijo a un mozo de cuadra-. Que se los atienda.

John lo miró por un momento; después, resignado, hizo ademán de arrodillarse para el besamanos.

-¡No! - Ordenó Lauren, presurosa. Era demasiado práctica para permitirle malgastar energías en un gesto inútil. Le rodeó la cintura con un brazo e hizo que se apoyara en sus hombros.

John se puso tieso, desconcertado por la familiaridad de aquella menuda ama. Por fin, sonrió con afecto.

-Ven a sentarte junto a la fuente - propuso ella, conduciéndolo hacia el estanque azulejado, junto al muro del jardín. Y ordenó: - ¡Joan! Llama a otras doncellas y haz que alguien traiga vino y comida de la cocina.

-Sí, mi señora.

Ella se volvió hacia John.

-Te ayudaré a quitarte la armadura - dijo, antes de que él pudiera protestar.

Acudieron algunas mujeres desde adentro. Pronto los hombres estuvieron desnudos desde la cintura hacia arriba y las armaduras fueron enviadas a reparación.

Cada uno de los recién llegados consumió con voracidad el denso guiso caliente.

-No me habéis preguntado qué noticias hay - observó John entre un bocado y otro. Mantenía el codo levantado para que Lauren pudiera limpiarle y vendarle la herida del costado.

-Ya me las darás - replicó ella-. Si fueran buenas, mi esposa habría regresado contigo, Para recibir malas noticias hay tiempo de sobra.

John dejó el cuenco y la miró.

-No sé - fue la respuesta serena-. Nos traicionaron.

-¡Que los traicionaron! - Exclamó ella. Y se disculpó al caer en la cuenta de que le habla provocado dolor.

-Uno de los caballeros de la guarnición, un hombre nuevo llamado Bohun, escapó en la noche para revelar a Demari que  Camila planeaba partir al amanecer en busca de su hermano, de quien esperaba recibir ayuda.
Camila no se había alejado mucho cuando la rodearon.

-Pero ¿la mataron? - Susurró Lauren.

-Creo que no. No encontramos su cadáver - respondió John bruscamente, volviendo a su comida-. Dos de los hombres que acompañaban a mi señora fueron asesinados...asesinados de un modo que me pesa, ciertamente. El hombre con quien tratamos no es normal, ¡es un demonio!

Promesse audacieuse . ( Camila G!P!) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora