En el silencio del castillo Jáuregui, Lauren abandonó la enorme cama, vacía, y se puso una bata de terciopelo verde esmeralda con forro de visón.
Era muy temprano por la mañana; la gente de la casa aún dormía. Desde que Camila la había dejado en el umbral de su finca familiar, Lauren apenas podía dormir. La cama parecía demasiado grande y desierta para sentirse en paz.
La mañana después de que la oji verde se negó a responder a sus caricias, Camila había exigido que ambas partieran hacia su casa. Lauren obedeció. Le hablaba sólo cuando era necesario. Viajaron durante dos días antes de llegar a los portones del Castillo Cabello.
Al entrar al castillo, quedó impresionada. Los guardias que ocupaban las dos grandes torres, a ambos lados del portón, les dieron la voz de alto pese a que los estandartes con los leopardos de la familia estaban a la vista. Bajaron el puente levadizo sobre el ancho y profundo foso y se levantó la pesada puerta de rejas. El sector exterior estaba bordeado de casas modestas y limpias, establos, la armería, las caballerizas y los cobertizos para almacenamiento. Hubo que abrir otro portón para pasar al recinto interior, donde vivía Camila con sus hermanos.
La casa tenía cuatro plantas, con ventanas de cristales divididos en la más alta.
Lauren se arrodilló inmediatamente y comenzó a desenvolver el pie apoyado en el banquillo.
—No le tengo confianza. Quiero verlo con mis propios ojos. Si no está bien calzada, podrías quedar cojo.
Raine la miró fijamente, después llamó a su escudero.
—Tráeme un vaso de vino. Ella no quedará satisfecha hasta que me haya hecho sufrir un poco más. Y busca a mi hermana. ¿Por qué sigue durmiendo si nosotros estamos despiertos?
—No está aquí — respondió Lauren en voz baja.—Tu hermana. Mi esposa — aclaró ella con sequedad.
—¿Adónde ha ido? ¿Qué asuntos la requerían?
—Me temo que no lo sé. Me dejó en el umbral y se marchó. No mencionó ningún asunto que requiriera su atención.
Raine tomó la copa de vino que su vasallo le ofrecía y observó a su cuñada, que le palpaba el hueso de la pierna.
Al menos, el dolor le impedía desatar toda la furia que sentía contra su hermana. No dudaba de que Camila había dejado a su bella desposada para ir en busca de Alice, esa ramera. Apretó los dientes al borde de la copa, en el momento en que Lauren tocaba la fractura.
—Está solo un poquito desviada — observó—. Tú sujétalo por los hombros — dijo a uno de los hombres de Raine—, que yo tiraré de la pierna.
La fuerte seda de la tienda estaba cubierta de agua. En la parte alta se juntaban gruesas gotas que caían en el interior en cuanto la lluvia sacudía la tela.
Camila lanzó un enérgico juramento, atacada por nuevas gotas de agua. Desde que dejo a Lauren casi no había dejado de llover. Todo estaba mojado. Y peor que el clima era el humor de sus hombres, más negro que el mismo cielo. Llevaban más de una semana vagando por la campiña, acampando cada noche en un sitio diferente.
Preparaban la comida deprisa, entre un aguacero y otro; por eso estaba casi siempre medio cruda. Cuando John Bassett, su jefe de vasallos, le preguntó el motivo de aquel viaje sin destino, Camila estalló.
Sabía que todos se sentían angustiados y ella también lo estaba. Pero ella, cuando menos, conocía la razón de ese viaje sin sentido. ¿O no? La última noche pasada en casa de su suegro, al ver a Lauren tan fría con ella, había decidido darle una lección. Lauren se sentía segura en aquel sitio, donde había pasado la vida rodeada de amigos y familiares, pero ¿se atrevería a mostrarse tan desagradable cuando estuviera sola en una casa extraña?
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Promesse audacieuse . ( Camila G!P!)
RastgeleInglaterra, 1501. Todo el país se recogió con la boda de Lauren Jáuregui y Camila Cabello. Aunque Lauren se había prometido que su esposa sólo la poseería por la fuerza, el primer contacto entre ambas, ante el florido altar, enciende la llama de una...