—Di una sola palabra y te cortaré esa cabeza de víbora — dijo una voz grave que ella no conocía—. ¿Dónde está John Bassett?
Lauren apenas podía hablar, pero no era ocasión para desobedecer.
—¡Responde! — Insistió él, ciñendo el brazo.
El puñal se apretó más contra su cuello.—Con mi madre — susurró ella.
—¡Madre! — Le espetó él al oído—. ¡Que esa mujer maldiga el día en que dio a luz a un ser como tú!
Lauren no lo veía. El brazo que le apretaba los pulmones apenas le permitía respirar.
—¿Quién sois? — Preguntó jadeante.
—Si, bien puedes preguntarlo. Soy tu enemigo. Me encantaría poner fin a tu vil existencia ahora mismo, si no te necesitara. ¿Cómo custodian a John?
—No... no puedo respirar.
Él vaciló. Luego aflojó la presión y retiró un poco el puñal.
—¡Responde!¿En qué piso? Anda, responde — ordenó él, apretando otra vez—. Nadie vendrá a salvarte.
De pronto aquello fue demasiado para Lauren, que se echó a reír. Su carcajada, grave en un principio, se fue tornando más histérica con cada palabra.
—¿Salvarme? ¿Y quién podría salvarme, decidme? Mi madre está prisionera. Mi único custodio, también. Mi esposa está en el fondo de una cloaca. Un hombre al que detesto tiene el derecho de manosearme delante de mi esposa mientras otro me susurra amenazas al oído. ¡Y ahora me veo atacada por un desconocido en la oscuridad del salón! — Apretó aquel antebrazo y acercó el cuchillo contra la garganta. — Os lo ruego, quienquiera que seáis, terminad con lo que habéis comenzado. Poned fin a mi vida, os lo ruego. ¿De qué me sirve? ¿He de presenciar el asesinato de todos mis amigos y de todos mis familiares? No quiero vivir para ver ese final.
El hombre aflojó su presión. Luego apartó las manos que tiraban del puñal. Después de envainar el arma, la sujetó por los hombros. Para Lauren no fue una gran sorpresa reconocer al juglar que había visto en el salón.
—Quiero saber más — dijo el hombre, con voz menos dura.
—¿Por qué? — Inquirió ella, mirando de frente aquellos ojos mortíferos—. ¿Sois un espía enviado por Arthur o por Walter? Demasiado he dicho ya.
—Sí, en efecto — concordó él con sinceridad—. Si yo fuera un espía, tendría mucho de qué informar a mi amo.
—¡Id entonces e informad! ¡Acabemos de una vez!
—No soy espía. Soy Stephen, el hermano de Camila.
Lauren lo miró con los ojos dilatados. Sabía que era cierto. Por eso le había llamado tanto la atención, en sus actitudes, ya que no en su físico, había algo que le recordaba a Camila. Sin que ella cayera en la cuenta, las lágrimas le rodaron por las mejillas.
—Camila me aseguró que vendrías. Dijo que yo lo había enredado todo, pero que tú lo arreglarías otra vez. — Stephen parpadeó.
—¿Cuándo la viste para que te dijera eso?
—En mi segunda noche aquí. Bajé al foso.
—¿Al...? — Stephen había oído hablar del sitio en que se retenía a su hermana, pero sin poder acercarse hasta allí. — Ven, siéntate — invitó, llevándola hasta un asiento en el antepecho de la ventana—. Tenemos mucho de qué hablar. Cuéntame todo desde el principio.
Escuchó con atención y en silencio, mientras ella narraba el asesinato de su padre, la reclamación de sus propiedades y la decisión de Camila de contratacar a Walter.
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Promesse audacieuse . ( Camila G!P!)
RandomInglaterra, 1501. Todo el país se recogió con la boda de Lauren Jáuregui y Camila Cabello. Aunque Lauren se había prometido que su esposa sólo la poseería por la fuerza, el primer contacto entre ambas, ante el florido altar, enciende la llama de una...