Al terminar la larga misa de esponsales, Camila tomó a Lauren de la mano y la condujo hasta el altar, donde se arrodillaron ante el sacerdote para que las bendijera.
El santo hombre dio a Camila el beso de la paz, que ella transmitió a su esposa. Debería haber sido un beso simbólico; en verdad fue leve, pero los labios de Camila se demoraron en ella. Lauren le echó una mirada, sus ojos verdes reflejaban placer al tiempo que sorpresa.
Camila sonreía ampliamente, llena de puro gozo. La tomó nuevamente de la mano y la llevó afuera casi corriendo. Una vez en el exterior, la muchedumbre les arrojó una lluvia de arroz que, por su volumen, resultó mortífera. Camila ayudo a Lauren para sentarla en su montura; aquel talle era muy estrecho, aun envuelta en tantas capas de tela.
Camila habría querido subirla a su grupa, pero ya había faltado sobradamente a las costumbres al verla por primera vez. Iba a tomar las riendas del animal, pero Lauren se hizo cargo de ellas.
Camila quedó complacida: su esposa debía ser, necesariamente, buena amazona.
Las novias encabezaron el cortejo hasta la casa solariega de Jáuregui; cuando entraron en el gran salón, Camila la llevaba con firmeza de la mano. Lauren contempló los lirios y los pétalos de rosa esparcidos por el suelo.
Pocas horas antes, esas flores le habían parecido el presagio de algo horrible que estaba a punto de ocurrirle. Ahora, al mirar aquellos ojos cafes que le sonreían, la idea de ser su esposa no le parecía horrible en absoluto.
—Daría cualquier cosa por conocer vuestros pensamientos — dijo Camila, acercándole los labios al oído.
—Pensaba que el matrimonio no parece tan mala cosa como yo creía. — Camila quedó aturdida por un momento; luego echó la cabeza atrás, en un bramido de risa.
Lauren no tenía idea de que acababa de insultarla y elogiarla en una misma frase. Una joven bien educada jamás habría admitido que le disgustaba la idea de casarse con la persona elegida para ella.
—Bueno, esposa mía — dijo con ojos chispeantes — eso me complace sobremanera.
Eran las primeras palabras que intercambiaban... y no tuvieron tiempo para más.
Las novias tenían que ponerse al frente de la fila para saludar a los cientos de invitados que iban a felicitarles. Lauren permaneció serena junto a su esposa, sonriendo a cada uno de los invitados.
Conocía a muy pocos de ellos, puesto que su vida había transcurrido en reclusión.
Michael Jáuregui , a un lado, la observaba para asegurarse de que no cometiera errores. No estaría seguro de haberse liberado de ella mientras el matrimonio no se consumara. La joven había temido, en un principio, que sus ropas fueran excesivamente ostentosas, pero al observar a sus huéspedes, murmurando palabras de agradecimiento, comprendió que su atuendo era conservador.
Los asistentes vestían colores de pavo real... varios de ellos al mismo tiempo. En las mujeres se veían rojos, purpúreos y verdes. Había cuadros, listas, brocados, aplicaciones y lujosos bordados. El vestido verde y oro de Lauren se destacaba por su discreción.
De pronto, Raine la tomó por la cintura y la levantó en vilo para plantarle un sonoro beso en cada mejilla.
—Bienvenida al clan de los Cabello, hermanita — le dijo con dulzura, con las mejillas surcadas por profundos hoyuelos.
A Lauren le gustó esa franqueza. El siguiente fue Miles, a quien ella conocía por haber oficiado él de representante durante el compromiso. Aquella vez la había mirado como con ojos de halcón.
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Promesse audacieuse . ( Camila G!P!)
RandomInglaterra, 1501. Todo el país se recogió con la boda de Lauren Jáuregui y Camila Cabello. Aunque Lauren se había prometido que su esposa sólo la poseería por la fuerza, el primer contacto entre ambas, ante el florido altar, enciende la llama de una...