—Señora — dijo Walter, tomando la mano de Lauren para besársela. Ella mantuvo los ojos bajos, como por timidez—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que os vi, pero en este período vuestra belleza ha aumentado. Venid a sentaros conmigo a la mesa. Hemos preparado una cena tardía para vos.
La condujo hasta una larga mesa instalada en un estrado. El mantel era viejo y estaba cubierto de manchas, la vajilla era de peltre, llena de abolladuras. Una vez sentados, él se volvió a mirarla.
—¿Es cómoda vuestra alcoba, señora?
—Sí — respondió ella con serenidad.
El hombre sonrió, hinchando un poco el torso.
—Vamos, señora mía, no necesitáis temerme.
“¡Temerte!” Pensó ella furiosa, sin dejar de mirarlo a los ojos. Pero se repuso.—No es miedo lo que siento, sino extrañeza. No estoy habituada a la compañía de los hombres. Y los que conozco... no han sido bondadosos conmigo.
—Yo corregiría eso, si pudiera. Sé mucho de vos, aunque apenas nos conozcamos. ¿Sabíais que yo era amigo de vuestros hermanos?
—No — respondió ella, atónita—, lo ignoraba. ¿Fue entonces cuando mi padre me prometió a vos en matrimonio? — Preguntó con ojos dilatados por la inocencia.
—Sí... no... — tartamudeó Walter.
—Mis pobres hermanos tenían muy pocos amigos. Me alegro de que contaran con vos por un tiempo. ¡En cuanto a mi padre...! No quiero hablar mal de un muerto, pero siempre olvidaba dónde había guardado las cosas. Tal vez olvidó dónde había guardado el contrato de compromiso matrimonial.
—No hubo... — pero Walter bebió un sorbo de vino para ahogar sus propias palabras. No podía admitir que ese documento no existía.
Lauren apoyó una mano trémula en su antebrazo.
—¿He dicho algo equivocado? ¿Me castigaréis vos?
Walter volvió a mirarla apresuradamente y notó que tenía lágrimas en los ojos.
—Dulce Lauren — dijo, besándole apasionadamente la mano—, ¿cómo puede el mundo funcionar tan mal que una encantadora inocente como vos tema tanto a los hombres?
Lauren se enjugó ostentosamente una lágrima.
—Perdonadme. Conozco a tan pocos y... — Bajó la mirada—Me gustaría que mi madre estuviera alojada en una habitación mejor — dijo con firmeza—. Tal vez en las mías.
—¡Mi señor! — Interrumpió Sir Arthur, sentado al otro lado de la muchacha. Había escuchado con atención cada una de aquellas palabras—. En el tercer piso hay demasiada libertad.
Walter frunció el entrecejo. Nada deseaba tanto como complacer a aquella dulce y tímida cautiva. Y recibir una reprimenda delante de ella no era muy beneficioso.
Arthur comprendió de inmediato su error.
—Sólo quiero decir, señor, que ella tendría que contar con un guardia de confianza por su propio bien — miró a Lauren—. Decid, mi señora: si pudieseis tener a un solo guardia, ¿a quién elegiríais?
—Pues a John Bassett — respondió ella de inmediato.
En cuanto hubo pronunciado esas palabras, sintió deseos de morderse la lengua. Arthur le echó una mirada satisfecha antes de volverse hacia Walter.
—Ya veis. La misma dama lo ha dicho: acaba de elegir al custodio de Lady Clara.
“Y así quedo sin ayuda por si quisiera escapar” comprendió Lauren. Sir Arthur la miraba como si pudiera leerle los pensamientos.
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Promesse audacieuse . ( Camila G!P!)
RandomInglaterra, 1501. Todo el país se recogió con la boda de Lauren Jáuregui y Camila Cabello. Aunque Lauren se había prometido que su esposa sólo la poseería por la fuerza, el primer contacto entre ambas, ante el florido altar, enciende la llama de una...